Con el corazón y con la cabeza

"Uno tiene que enamorarse con la cabeza, no solo con el corazón" me dijo una persona tras una ruptura sentimental hace muchos años. Yo no le presté mucha atención, porque esa relación fue pasajera y nada relevante. Sin embargo, el consejo no me pareció tan inoportuno, ¿será que el amor mientras más racional mejor?


Mi romance con Barney fue peculiar. Lo vi, me gustó, él me vio, le gusté y listo, ya éramos enamorados. Fue mi romance adolescente a destiempo, como otras tantas cosas me han pasado en un momento que no era el preciso. En el mundo de juguete en el que trabajábamos éramos la pareja que daba la hora, todos nos veían y sonreían, éramos la ilusión andante. Precisamente esa ilusión paralizó a mi razón cuando esta osó hacerme una pregunta pertinente, ¿no será que estas yendo muy rápido?

Meses después, tras la apabullante e inesperada ruptura, mi razón sentenció el siempre odioso "te lo dije". Pasado eso, yo seguí corriendo de aquí para allá, tanteando, transitando, no pensándola tanto. Tras varias experiencias, conocer a algunas personas y tomándome un tiempo para que corazón y razón se pongan de acuerdo, llegué a concluir mi teoría sobre el amor, que es una conjunción de sentimientos que con el tiempo van mutando. Entonces, el amor mientras mas racional, mejor.

Todo hubiera sido bien bonito si no hubiera aparecido el DJ que me rompió el corazón para desbaratar mi pensamiento en una. Al inicio yo no tomé al DJ en serio, aunque debo confesar que después de la primera salida no me lo podía sacar de la cabeza. Poco a poco, en ese ir conociéndonos, me empezó a gustar y cada descubrimiento sobre él hacía que creciera mi gusto y el cariño que sentía. Mi ilusión estaba a tope, y me sentía bien con eso, por eso mi lado racional se adormeció y despertó de golpe en pleno naufragio emocional, esa tarde de diciembre en que un sms me devolvió a la realidad.

Una vez superado el crack sentimental (tan grande como el de la Bolsa de Valores de Nueva York en 1929), retomé mi idea, el amor mientras más racional, mejor. Así evitamos que el corazón se ponga morado por tantos golpes y caídas, ahorramos varios paquetitos de kleenex y salvaguardamos nuestra salud y la paciencia de todos esos amigos a los que torturamos con nuestra trágica historia de desamor. Ganamos todos, ¡qué viva la razón!


La cuestión ahora es, como mantenernos alerta y darle la palabra a la razón cuando la ilusión ronda. Primero, convenzámonos de que el amor y la ilusión son cosas distintas, la ilusión nos duerme los sentidos y nos hace ver todo bonito, hasta los defectos más insoportables. Pasamos por alto todo, disculpamos todo, aceptamos lo que sea. El amor no. El amor si bien soporta, tolera y negocia, sabe que la otra persona no es perfecta y evalúa eso. Es un poco más honesto, siempre y cuando lo dejemos, porque es más fácil hacernos los locos y mirar a otro lado.

Es más fácil, aunque no lo más recomendable porque tarde o temprano ese defecto que evadimos al inicio va a aparecer justo frente a nuestras narices con el clásico argumento de "tú me conociste así", lo sentimos, no se aceptan devoluciones. Entonces si nosotros le damos permiso a la honestidad, esta puede hacer su chamba y hacernos un montón de preguntas que podemos responder según vamos conociendo a la otra persona. A Yuri le basta una hora para enamorarse, a nosotros nos bastan treinta minutos para ilusionarnos, una hora para planear y proyectar una vida, pero el amor necesita un poquito más de tiempo.

Por eso el tiempo de salir, conocerse, entenderse es válido, pero no eterno. O sea, tantear con un pata dos meses, es normal. Si el sujeto en mención te sale con eso de que somos salientes tras seis meses, mándalo de paseo , porque lo único que vas a conocer son los minutos valiosos que te hizo perder. La chamba en ese conocer a la otra persona es ser francos y estar dispuestos a admitir que no va, si fuera el caso. A veces, eso se concluye tras la primera salida y mientras decimos "nos comunicamos" pensamos no quiero volver a verte en mi vida, esta pseudo cita fue más larga que un dolor, qué tipo para aburrido o, en el peor de los casos, ojalá encuentre una oficina de Claro abierta porque en este momento cambio de número.

Volviendo a la cuestión de razón versus corazón, a los románticos todo se nos complica, porque defendemos la ilusión a capa y espada, así esta nos traicione una y otra, y otra, y otra última vez. Lastimosamente el amor romántico es bien bonito, casi casi sacado de una novela, pero sin antagonistas a la vista, una maravilla, pero quien garantiza que el romance va a prevalecer tras las crisis existenciales de los dos involucrados. El romance va pegadito a la pasión y la euforia, que reniegan de la razón, pero no la enfrentan porque salen perdiendo.



Si las cosas con alguien no van, pues no van y no depende de nosotros, ni de la otra persona, simplemente las cosas no se dieron. Somos miles las mujeres piñas en este mundo que o conocimos al hombre correcto y no le dimos bola, o lo conocimos a destiempo, o simplemente nunca hubo el click. Si pues, Tulicienta es solo una.

Nos toca asumirlo, como hembras que nos respetamos, nunca callar a nuestra razón y seguir a esa infalible intuición que tenemos. Puede que todo esté escrito, que la ruta ya esté trazada, y nos compliquen la existencia al no conocer el camino, pero tantas lecciones y herramientas (conocidas como instintos) no están por gusto, o al menos eso espero. El que busca encuentra, y el que no, también. Sigamos en esa, cada día somos más las que dicen yo también busco novio, y creo en el amor racional.

Canción para amar con la cabeza... La ilusión nos ciega y es difícil mandarla volar, aunque vale la pena esforzarnos y tomar en cuenta si esa otra persona es y tiene las cualidades que buscamos o nada que ver. Un buen indicio es tomar en cuenta lo que más de una persona bien intencionada dice
 
 
 
Ya que en el post, hago alusión a Maldita primavera de Yuri, les paso esa canción, pero en la versión de Javiera y los Imposibles, menos sufrida, pero igual de intensa
 


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