Con ánimo de amar

Hace rato quiero enamorarme. Enamorarme, no ilusionarme. Hace mucho escuché y hablé de que las personas más que extrañar el tener pareja, extrañan la persona en la que se convierten cuando se enamoran. Yo extraño estar enamorada, si, y también extraño ciertas cosas que se pueden hacer de a dos.


Estoy con ánimo de amar porque extraño las manos del Eterno, entrelazándose con las mías. Ese fue el primer gesto que acelero mi corazón y que confirmó lo que yo hacía rato sospechaba, yo le gustaba al Eterno, tal vez tanto, como él me gustaba a mi. Era mutuo, era correspondido, era inocente, era ilusión pura, Siempre a escondidas, siempre disimuladamente, siempre sin querer, pero bien que quería, porque entrelazar mis dedos con los suyos era la muestra de que había cariño, o eso, que a los 12 años yo llamaba amor.

Estoy con ánimo de amar porque extraño esas canciones cien por ciento miel que el Intermedio me dedicaba, y yo le dedicaba a él. Fueron muchísimas, fueron las que estaban de moda cuando nos conocimos y nos enamoramos, fueron las que, según nosotros, íbamos a escuchar siempre y nos iban a recordar lo muy enamorados que andábamos. Y es que el Intermedio y yo nos quisimos mucho, pero con el tiempo y con todo lo que nos tocó vivir comprendimos que, a veces, cuando no la tienes clara, el amor no basta.

Estoy con ánimo de amar porque extraño los mensajes de texto que el Oficial me enviaba. Algunos se enamoraron por internet y se enviaban extensos correos electrónicos, pues bien, nosotros nos enamoramos por mensajes de texto, con los argumentos hechos abreviaturas. Se me hizo costumbre recibir al menos uno por día. de lunes a viernes, los fines de semana la geografía y la mala cobertura de telefonía móvil de hace 10 años nos jugaban malas pasadas. Esa costumbre se mantuvo a lo largo de toda la relación, enviarnos mensajes porque si, porque queríamos saber que era del otro, porque así oxigenábamos la relación, porque nos urgía decir que nos queríamos mucho, que nos deseábamos suerte, un lindo día o dulces sueños. 



Estoy con ánimo de amar porque extraño los prolongados silencios que a veces se creaban con el DJ que me rompió el corazón. No eran silencios incómodos, por el contrario, los dos nos quedábamos mudos, uno al lado del otro, colándose en el ambiente alguna balada, de esas que me gustan a mi, o esos reggaes que a él le vacilaban y yo en mi vida había escuchado. Esos silencios y esa quietud que se acababa con un beso. Esa era nuestra clave, esa era nuestra dinámica, ese era uno de los tantos motivos por los que me gustaba compartir tiempo con él. Teníamos una complicidad que solo entendíamos los dos.

Estoy con ánimo de amar porque extraño esas conversaciones intensas con el chiquillo al que mandé de viaje sin retorno al país de nunca - más - quiero - saber - de - ti - landia. Frente a frente o por teléfono, siempre nos entrampábamos en lo mismo, queríamos estar, pero a la vez no queríamos. La verdad, la verdad, no sabíamos lo que buscábamos y nos faltaba voluntad, generosidad, franqueza, valentía. Sin embargo, hablábamos por horas y con intensidad, esa misma intensidad que inspiró una de mis canciones favoritas en todo el mundo, Buscando la Victoria. Cuando me lo contaron, en medio de una entrevista, no lo entendía, ¿cómo una charla podía convertirse en una canción tan buena? Como siempre digo, vivir par contarla. En este caso si que se aplicó.

Estoy con ánimo de amar porque extraño hacer planes a futuro con El Salmón, o como yo prefería nombrarlo, el hombre invisible. Detallista y romántico como pocos, el hombre invisible y yo teníamos extensas conversaciones en las que siempre se escabullían los planes a futuro, planes que, por supuesto, nos incluían. Y nos poníamos en un montón de situaciones, todas probables, y para todas él tenía una solución, soluciones que me dejaban aliviada, nada podía salir mal. Nada excepto que nuestros caracteres, tan idílicos, no terminaban de encajar en la vida real. Algo de apatía, mucho hartazgo de mi parte, mucha indiferencia de la suya. Eso no lo extraño, pero si, esos detalles que hicieron que declarara, en algún momento, que el hombre invisible era perfecto. Claro pues, era invisible.


Estoy con ánimo de amar porque extraño los besos, los paseos con las manos entrelazadas, los abrazos en el sofá, las pláticas prolongadas sobre cualquier cosa. los planes a inmediato y corto plazo, los brindis con agua, cerveza o vino, da lo mismo si la compañía es buena. Estoy con ánimo de amar porque en invierno es rico recibir un abrazo o un beso porque si, porque a veces al final del día recuento lo que hice y lo que me pasó y me gustaría contárselo a alguien que no sea mi almohada, porque quiero caminar con alguien, porque en Lima las cosas para dos abundan.
 
Estoy con ánimo de amar, pero no me desespero, total siempre he dicho que soy paciente. Estoy con ánimo de amar, pero no espero al hombre perfecto, porque ya asumí que no existe, y si, de repente me vendría bien una persona algo opuesta a mi, ojo, algo, no totalmente, porque en temas trascendentales la coincidencia es importante. Estoy con ánimo de amar, pero le doy tiempo al tiempo, que está corriendo, así que yo voy a su ritmo, aunque presto atención a los detalles porque a veces basta un segundo para que la vida te cambie.
 
Canción para mantener el ánimo de amar... Cuando estoy enamorada se me nota, ya les he contado sobre el brillo en los ojos, la sonrisa colosal y el tono almibarado de mi voz cuando hablo de esa persona que me acelera el corazón. Un plus son los suspiros que me arrancan canciones como esta
 
 
 
 
Ya que hemos hablado del ánimo de amar, por qué no escuchar la mejor balada jamás escrita, desde mi punto de vista. Esta también me arranca varios suspiros y me parece perfecta, porque sin ser melcocha, ni caer en la cursilería, lo cuenta todo... De Sabina tenía que ser
 

 
 


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