Valentines para el recuerdo... y para el olvido

De nuevo estamos en febrero y todas las calles se pintan de rojo, rosado y fucsia, y encontramos por doquier corazones, angelitos con arcos y flechas y descuentos en peluches, chocolates, flores y promociones al por mayor en hoteles, restaurantes y spas. Los forever alone como yo, no saben, no opinan y hacen planes de a uno, una vez más.


Es habitual en el blog que el 14 de febrero sea una fecha tan odiada, casi, casi como el viernes santo cuando era niña. Desde hace buen tiempo yo juego del lado de quienes sentimos el 14 de febrero como cualquier día en el calendario, más aun los radicales como yo que celebran la amistad el primer sábado de julio, para que las inmensas cifras que Pilsen invirtió en publicidad hace algunos años para patrocinar el famoso día del amigo, no sean inútiles. Pero para romper la pauta, este año en vez de renegar, vamos a recordar, esos 14 de febrero que merecen ser recordados, por buenos o malos motivos.

Hace bastantes años atrás yo celebraba la amistad con emoción desbordada, y el 14 de febrero era una fecha perfecta para salir con mis amigas del colegio. A veces nos reuníamos en casa de alguna, otras veces salíamos de paseo o a tomar lonche y vernos las caras, la idea era pasar un bonito momento y brindar con coca cola por la amistad. Si, un plan algo monse, pero a los 14 me parecía la mejor forma de pasar San Valentín sin pareja a la vista, creía que las rosas, los chocolates y las cenas románticas llegarían años después y de hecho, así fue.

Por eso esperé con gran expectativa el primer día de San Valentín con mi enamorado "importante" y me imaginaba la cena con velas, el intercambio de regalos, las estrellas, en fin, la cita perfecta. La misma que nunca sucedió ya que este chico "importante" vivía fuera de Lima y cumple años el 15 de febrero, y por tradición lo pasaba con su familia, por ende, justo faltando horas para la bendita celebración se mandaba mudar. O sea, mientras yo rompía mi chanchito y le compraba un regalo doblemente especial, él compraba su pasaje y me hacía sentir doblemente mal.


Dos San Valentines memorables los pasé al lado de el Oficial. Como galante enamorado que se respeta, él llegaba a la puerta de mi casa con flores, globos y chocolates. Hasta ahora recuerdo el primer día de los enamorados que pasamos juntos, la enorme caja de rosas importadas que fue agradecida con una inmensa sonrisa, un beso y una canastita de alfajores que yo misma había preparado. Su intención esa noche era llevarme a Surco, porque había un festival, tono o no se que morisqueta en la Plaza de Armas de ese distrito, llegamos y tanto la plaza como todos los lugares aledaños hervían de gente, así que el Oficial no tuvo mejor idea que llevarme a mi lugar favorito de ese entonces, La Noche de Barranco. Se presentaba una orquesta del tipo Buena Vista Social Club, pero eso era lo de menos, lo importante es que estábamos juntos y celebrábamos con justa razón porque estábamos enamorados.

Al año siguiente la situación ya no era tan bonita. Las rosas se repitieron, el globo en forma de corazón también, y yo le regalé un porta retrato rodeado de delfines, su animal favorito, y con una foto que nos habíamos tomado un mes antes. Ya sabíamos que todo Lima iba a estar llena de gente así que le propuse quedarnos en casa, pero él me llevó a Marina Park en donde había fiesta con orquesta y todo, y nos quedamos juntos hasta el amanecer, cosa que no me gustó porque era entre semana y al día siguiente debía ir a trabajar. Ustedes dirán que mala gracia esta chica, el enamoradito quería pasar la noche a su lado y ella no podía sacrificar sus reglamentarias ocho horas de sueño. Pero esto iba más allá. Al día siguiente yo debía irme de viaje por trabajo y él no quería que me fuera, ese fue su último manotazo de ahogado para que me quedara, pero no lo logró. Un mes después dimos por concluida la relación y el resto es historia.

Otro 14 de febrero que nunca voy a olvidar es el que pasé con D. Nos habíamos conocido hacía unos meses en un bar de moda y faltando un par de semanas para el 14 de febrero hicimos costumbre vernos todos los fines de semana, íbamos a almorzar, al cine, a beber, y faltando siete días exactos para la celebración me dijo, a dónde vamos la próxima semana, yo le propuse sorprenderme y así lo hizo. Me invitó a la barra del Hotel Bolívar a tomar pisco sour y cóctel de algarrobina, y luego nos fuimos a bailar. En el trayecto a la discoteca me dijo, alcánzame la máscara de la radio que está en la guantera, al abrirla vi un paquetito, me miró y me dijo, es para ti. Era una linda pulsera de plata que hasta la fecha guardo y de vez en cuando luzco. El regalo no fue recibido con mucha emoción y sin expectativas, porque dos horas antes me había enterado que él no quería tener hijos, por lo que cualquier plan a futuro como pareja no corría.

    
Cierta ocasión tuve un bonito y costoso detalle con el chico que quiso refutar mi teoría de si me importa que usted sea menor que yo. En realidad él se había portado muy bien conmigo en una época cambiante de mi vida, y yo quería tener un bonito gesto con él. Y encima doble, ya que su cumpleaños es cerquita al recordatorio de Don Cupido. La verdad, yo esperaba otro detalle de parte de él, un vino en mi casa, una flor de jardín, un peluche tamaño llavero, no sé, alguna tontería que me hiciera sonreír. Pero no, lo único que recibí fue un mensaje a las 11 de la noche del 14 de febrero, con un saludo parco por el día de la amistad. Moraleja: Eso de dar sin esperar recibir nada a cambio previene frustraciones gigantes, tómese en cuenta para la próxima que te esmeres en dar un regalo.

No puedo pasar por alto en esta lista, aquella vez en que me quise poner antisistema y dije, no, este año nada de saluditos, ni mensajes empalagosos a mis amistades, ni me visto de rosado, ni nada de nada. Este día celebran los enamorados y como yo no tengo, ampay me salvo. Pero no. Los saludos llegaron desde que abrí los ojos y se sucedieron en la oficina a lo largo del día. Entonces, a eso de las 4 de la tarde dije, si no puedes contra el enemigo, únete a él. Publiqué un afectuoso saludo a todos mis amigos y amigas por tan célebre día y me fui a tomar helados. Encima me pedí uno de fresa, como para estar acorde a la ocasión.


El año pasado, esta fecha me encontró saliendo de una catástrofe emocional, porque recién estaba aceptando y contando en voz alta aquello que hace rato había sucedido. Me había entrampado en una no - relación, y el sujeto en cuestión proclamaba quererme, pero hacía exactamente lo contrario. Obvias eran las razones para no enviar saludos y no querer recibirlos. Algunas personas cercanas a mi se dieron la molestia de leer el blog y respetar mi decisión, pero nunca faltan los impertinentes y recibí uno que otro feliz día, felicitaciones que no fueron respondidas.

Esta vez, he proclamado que el 14 de febrero va a ser el día del auto engreimiento. Como me amo, me quiero mucho y estoy enamorada de mi, tengo intenciones de pasar el día en mi iglú (o cuartel de verano, como prefieran) acompañada de varias películas monses que me encantan, una bolsa enorme de papas fritas, una botella tamaño regimiento de coca cola zero (porque después de todo estoy a régimen) y litros no calculables de helado. Así que si me disculpan voy a comprar mis provisiones, y por qué no, a lo mejor regalarme algo innecesario porque total, para comprar cualquier ocasión es buena.

Canción para autoengreirse... Esta se ha convertido en una de esas canciones que me pone de buen humor, porque me hace recordar los tonos en mis años universitarios y una película que me sorprendió una noche cualquiera y que a lo mejor me animo a comprar y ver este 14. Brazo arriba para cantar y bailar con Orishas, sintiéndose en una noche de La Habana


Imagino que habrán varias parejitas que van a  celebrar más enamoradas que nunca. Lo aplaudo, lo respeto y los felicito. Así que terminemos de ilustrar el post con una canción melosa de uno de mis románticos favoritos, Gianmarco. Ya que hablamos de fiestas, celebraciones y bla, bla, bla, festejemos un día como hoy.






    
 







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