El sapo aunque se vista de seda...

Hay que besar varios sapos antes de encontrar a aquel que se convierta en príncipe. Sabemos que esta frase es referencial, porque una persona no cambia por nadie más, solo por si misma. Aunque no se cumpla a pie juntillas, tratamos de creerla para no perder la fe.


El cuento es conocido (y similar al de La Bella y la Bestia), un hechizo convierte al Príncipe en sapo, y su fortuna será cambiada al recibir un beso de una Princesa, vuelve a su naturaleza humana y viven felices por siempre (si, la versión de Disney es mucho más interesante, pero nosotros tomamos como punto de partida el cuento original). Cuando éramos niñas tal vez hayamos escuchado la narración y hayamos crecido creyendo que el amor todo lo puede.

Pasan los años, nos damos cuenta de que Myriam Hernández es una estafadora cuando canta de que la fuerza del amor lo es todo, la fuerza del amor es grande, y nos damos cuenta de que hay sapos que siempre lo van a ser, y tenemos que tentar suerte, besando uno y otro hasta que se rompa la maldición.

La idea es tentar suerte con varios. Pero nunca falta la terca (y levanto la mano) que insiste con el mismo sapo, porque tal vez el beso no se daba así, o tenia que ser a la media noche y no a las 3 de la tarde, o en el malecón y no en una esquinita cualquiera, o en una ocasión especial, justo cuando hay eclipse, y no tras una borrachera monumental. ¿Por qué nos cuenta entender que el sapo aunque se le bese como sea, sapo se queda?

Aquí aplica una frase que he escuchado muchas veces, más vale malo conocido que bueno por conocer. Nos encerramos, nos empecinamos en convertir a un sujeto que no vale la pena en nuestro príncipe, nos resignamos a que esa es nuestra suerte, insistimos con fe ciega en que los años harán que el chiquito este se va a convertir en el hombre perfecto. Finalmente nos damos de bruces con la realidad, no ha cambiado nada, solo nuestra percepción hacia él, antes lo tolerábamos, ahora finalmente sabemos que es insoportable y tras la necesaria ruptura nos mantenemos lo más lejos posible de él.   


Ahora, como que besar sapo tras sapo no es tan buen plan, sobre todo cuando los agarres de fin de semana ya pasaron a mejor vida y queremos algo de estabilidad, equilibrio, seguridad y no aventurarnos alegremente con el primero que se nos cruce porque total, ya no somos chiquillas enamoradizas, sino mujeres hechas y derechas que sabemos lo que queremos y vamos hacia eso con todo. El detalle es, qué ocurre cuando levantamos la vista y nos damos cuenta de que ese prospecto que se ve tan atractivo en nuestra cabecita no está en nuestro campo visual. ¿Acaso pedimos mucho, acaso no prestamos atención cuando nos dijeron que la perfección no existe, acaso el sapo número 386 era el correcto y lo dejamos pasar, acaso alguien me puede explicar qué pasa?

Efectivamente el hombre perfecto no es tan real como quisiéramos (ya, voy a ser franca y comunicarte, otra vez, que no existe), pero tampoco nos vamos a conformar con alguien que, digamos tiene estabilidad laboral, pero es tan interesante como ver crecer a un hongo, o nos entusiasma tanto como un documental sobre la reproducción de las amebas, o le importamos tanto como el precio del dólar en Indonesia. Invertir energías y esperanzas en alguien así no vale la pena. Por lo que sería bueno ampliar el panorama, visitar nuevos lugares, crear nuevas experiencias, conocer gente.

En ese ejercicio de exploración no andes explorando bocas ajenas, o sea, si quieres algo a mediano plazo, ir besando desconocidos no descarta, sino que refuerza el cuento del sapo. Conoce antes de aventurarte, pero conoce bien, incluso sus defectos, pisa con cuidado, no confíes tanto y cuida ese corazón que está tratando de respirar nuevos aires.

Bien dicen que lo que fue, no será, el amor no se puede forzar y si el corazón no late, pues no late y ya. Si ya sabemos que algo no funciona, ¿por qué insistir con lo mismo? Que las personas pueden cambiar con el tiempo es verdad, que un hombre la friega mal y reconoce su error para tratar de resarcirlo, también puede ser cierto. Sin embargo, puede darse que ese propósito de enmienda no sea a largo plazo y antes de que nos demos cuenta estamos volviendo a lo mismo, creando un círculo tan redondito como la ruedita del hámster.  


Explora el mundo y disfruta ese proceso que te va a hacer una mujer con más experiencia y, por lo tanto, con más conocimiento de causa. ¿Para qué volver con lo mismo, si ya está comprobado que no vale la pena? Entierra los recuerdos, bonitos y amargos, porque en difícil construir un futuro con el pasado presente. Ahora, tampoco infles tus expectativas, porque la idea de salir al mundo no tiene como propósito coleccionar chicos, ni ir volanteando tu número móvil, pero si volver a encontrarle el gusto a eso que hace mucho no hacías, o descubrir nuevos placeres cotidianos, como escuchar una buena canción mientras compartes un helado con una amiga, o caminar sin rumbo conocido mientras disfrutas ese jugo de mango que cae tan bien en esta época del año.

Aventurarse es parte de vivir, y si ya sabemos que hacer y que no hacer para preservar nuestra salud mental y emocional, por qué no disfrutar de nuestra libertad, total, todo tiene su lado amable, hasta andar en búsqueda de algo, o alguien que nos pinte sonrisas, y no nos cause mas dolores de cabeza. 

Canción para dejar de besar sapos... Y alejarse de monstruos que acechan disfrazados de caballeros galantes que nos van a  rescatar de una apática vida ermitaña, así no se lo pidamos. Atentas que esos se aparecen donde menos lo esperamos, incluso debajo de la cama



Dejar de imaginar cuentos de hadas en las que nosotras somos protagonistas es complicado, porque algunas, como yo, hemos crecido haciéndolo y abandonar una costumbre tan bonita como nociva no se logra de la noche a la mañana. O de repente Mar de Copas tiene razón y creyendo en esas historias nuestra soledad termina




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