Malogrando se aprende

Este es un principio universal. hay que tropezarse, caerse, echar a perder, malograrla, fregarla con ganas para aprender y no volver a, o tratar al menos de, cometer esos errores que arruinaron algo que prometía. Lastimosamente a veces solo nos quedamos en el intento.


Ya sabemos que errar es de humanos, pero cometer el mismo error dos veces de tontos. Por eso tratamos de rescatar las lecciones de todas las situaciones que enfrentamos, desde las más banales, hasta las más trascendentales, las cosas siempre pasan por alguna refundida razón, a veces simplemente suceden para enseñarnos algo que a la buena no hemos aprendido, porque nunca se nos dio la lección o no quisimos hacer caso.

He escuchado a varias personas decir que ese es un principio que rige mayoritariamente a los hombres. Así como les gusta el maltrato, ellos tienen que meter la pata e insistir en su error una y otra vez haciéndonos añicos el corazón, para finalmente darse cuenta de que eso no se hace y nunca más caer en ello, pero en su próxima relación. O sea, tú sufres estoicamente, lloras a escondidas, tratas de comprender, sufres una catástrofe emocional de proporciones titánicas tras esa ruptura que se hacía necesaria, para que otra goce de los beneficios.

Es decir, somos las conejillas de indias, el ratón de laboratorio al que el sujeto este electrocutó un montón de veces y tras darse cuenta de que sufrimos de constantes paros cardíacos (y que los moretones en el alma y en la relación no sanan facilmente) deciden no hacerlo más y pasar a la siguiente porque o somos conscientes de que esa relación nos hizo muchísimo daño, nos cuesta creer su propósito de enmienda y decidimos cerrarle la puerta para siempre, o él se da cuenta de que va a ser una tarea ardua y minuciosa darle solución a todo el desastre que provocó y no va a tener la paciencia para hacerlo, así que se da media vuelta y busca otra víctima, que de sufrida mártir no va a tener nada, ya que nosotras de una u otra forma lo hemos domesticado (¿alguien se acuerda de esa salsa que dice un lobo domesticado, tu mascota fiel?).



Pero siendo honestas, nosotras también la hemos malogrado y mal, para tratar de aprender y no volver a hacerlo, pero a veces es tentador hacer, como dirían las nazis con hábito de mi ex colegio "no el bien que quiero, si no el mal que detesto". Porque a veces es mejor callarse antes que destrozar un corazón y anotarse un punto en contra, o tapar una calamidad con una mentirita blanca que a nadie le hace daño, o hacerse la loca y olvidarse de esa falta que a la larga fue una cosita de nada. 

Caemos en lo mismo, sea lo que fuere, olvidarnos un aniversario (a nosotras también nos puede pasar), hacer escenas de celos, sacar los pies del plato, no escucharlo, invadir su espacio y un largo etcétera. Aceptamos que nuestra voluntad se impone al jurar que nunca más volverá a suceder, pero brilla por su ausencia cuando de hacer se trata. Entonces la volvemos a fregar, y tal vez lo volvamos a hacer hasta tocar fondo, ver todo color de hormiga (o no ver nada, ya que al fondo del pozo el negro absoluto se impone) y ahí si, jurar por lo más sagrado no cometer el mismo error en una próxima ocasión con otro, porque este no tiene intenciones de esperar a ver si es verdad o un teatrito más.

Y así como se malogran las relaciones de a dos, también nos auto destruimos, nos ponemos cabe, experimentamos con nuestro propio corazón, así ya hayamos visto que no vuela, no está hecho de acero y si lo golpean se rompe. Volvemos a lo mismo, a fastidiar nuestro corazón, alma y espíritu, prometer no volver a hacerlo, para resbalar de nuevo. Yo lo he hecho, y tal vez tú también. Si es así, levanta la mano sin miedo, que estamos en confianza.


Nos metemos en relaciones complicados, o en no - relaciones con la esperanza de que ese detestable "no" desaparezca. Nos vamos a ilusión - landia sin la más mínima precaución y nos instalamos solitas y felices de la vida en una nube que más temprano que tarde se va a desvanecer. Nos esmeramos en leer entre líneas, nos damos licencia para soñar y nos tratamos de robar la atención del fulanito ese que nos quita el sueño a como de lugar. Nos costó aprender que o las cosas no van a funcionar, o no van a ser como nosotras queremos, o no va a pasar lo que tanto pedimos, sin embargo insistimos antes de aprender de una vez y para siempre que no es así. 

Nos malogramos la vida, destrozamos nuestro corazón, caemos en depresión y nos auto eliminamos emocionalmente para al final asimilar la lección y regresar a las andadas con el propósito de no volver a hacernos daño. La idea es prometerlo en serio y pensarla bien la próxima que la vida nos ponga en una situación similar. Una vez más te repito, errar es de humanos, cometer el error dos veces de tontos. Y tú y yo sabemos que tontas no somos.

Se me viene a la cabeza esa escena que me encanta y de la que ya hablé alguna vez, de la película Un día sin sexo. Melania Urbina, personificando a la despreocupada y open mind Lisa, llega al departamento de Fabrizio Aguilar, y justo cuando están poniéndose a punto, él recibe una llamada, que obviamente es la de la firme, y cuando cuelga y quiere seguir con el jueguito, ella lo para en seco, lo mira y le dice "no ses una basura con ella también" y sale del departamento. Se pone a salvo y le dice a él que ya la fregó con ella, o sea, ahora le toca portarse como gente. Nunca sabemos si el personaje de Fabrizio se reformó, tal vez si, o tal vez no, porque la que tenía que cuadrarlo era esa mujer de la que él de verdad se enamore y no la aventurita personificada en Lisa.

Deja que ellos sigan metiendo la pata, pero no dejes que experimenten contigo. Si crees que están aprendiendo una lección contigo no los perdones setenta veces siete, deja que aprendan por su cuenta lo que tú no tienes por qué enseñarles y dale paso a los domesticados, a los que juran con actos no hacerte sufrir, a los que ya saben qué hacer y qué no hacer, a los que te quieren bien, a los que ya saben cómo no ser calificados de basura.     

Canción para no tropezar con la misma piedra... Está bien aprender, pero de a dos, y así descubrir todo un nuevo mundo juntos. Pero a veces, preferimos domesticar al sujetillo que tenemos al lado, creyendo que así le hacemos justicia a los sentimientos que remecen y ennoblecen nuestro atolondrado corazón. O sea, pase lo que pase, queremos al chico este y eso es lo peor de todo

 

Para hacer más ilustrativo el post les presento la escena descrita líneas arriba. Esta escena de Un día sin sexo me encanta, ya la puse una vez, pero vale la pena volver a verla, repasarla y saber qué decir si alguna vez, porque la vida es así, nos ponemos frente a alguien que quiera jugar ping pong con nuestro corazón, simplemente decirle sin miramientos: no seas una m... con ella también





  

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