Mujer soltera busca

Los tiempos han cambiado. Suena trillado, cliché publicitario, algo que todo el mundo sabe, pero ¿todo el mundo lo asume?, ¿las mujeres asumimos que nuestro rol en la sociedad ha cambiado?, ¿los hombres lo aceptan y asientan sin chistar?, ¿qué tan radical es este cambio de roles?

Yo soy feminista, en el sentido genuino de la palabra. No creo en la superioridad mental, física, emocional y demás de las mujeres, mucho menos en que las mujeres somos las ya no ya y los hombres son una especie prescindible (bueno, algunos si son descartables). El feminismo proclama la igualdad de hombres y mujeres, los mismos derechos, los mismos deberes, las mismas oportunidades, las mismas dificultades, las mismas salidas.

Si, en el Perú, y en muchos países de latino américa (y Asia, África, Europa, Oceanía y resto del mundo),  eso del feminismo y la igualdad es un tanto utópico, pero la algarabía es general el 8 de marzo, a sabiendas de todo lo que hemos avanzado y de todos los nuevos obstáculos que se construyen frente a nuestros ojos, impulsados por algunos hombres que se quedaron en la edad de piedra, y otras tantas mujeres que proclaman valores como la solidaridad, pero no dudan en poner zancadillas a sus congéneres.

Antes casarse equivalía a estabilidad emocional, anímica y económica. Pero ahora, que las mujeres ya sabemos que venimos al mundo completas, y no necesitamos a ninguna media naranja, manzana, ni ninguna otra fruta, que tenemos la oportunidad de estudiar y desempeñarnos en la carrera que se nos venga en gana, que  podemos mantener y sacar adelante un hogar de uno o diez (ok, cinco, no seré tan irreal), que hay tantos libros de auto, o dizque, ayuda y nos enseñan a lidiar con nuestra soledad, ¿por qué nos empeñamos en seguir esperando a ese inexistente príncipe multicolor?


Porque la verdad, la verdad no le tenemos miedo, le tenemos terror, pánico, casi fobia a la soledad. Y somos tan inconformes, que cuando la perdemos, la extrañamos. Los cuentos de hadas nos hicieron mucho daño, pintándonos a princesas encerradas en su torre y esperando ser rescatadas por el príncipe que las convertirá en reinas y las hará felices por siempre. Pero esas niñas que crecieron oyendo y escuchando esos cuentos dejaron la niñez, y cierto día vieron una película que es de mis favoritas "Por siempre Cenicienta, una historia de amor" (momento de abuchear), en el cual Drew Barrymore, delgadísima, frágil, castaña y con piel de porcelana, le dicta un par de lecciones de sociología y economía al príncipe, trepa árboles en busca de la salida, lo libra de los gitanos y finalmente saca pecho por ella misma para cuadrar al villano que la había canjeado por los bienes de la cruel madrastra. Si ella, Cenicienta, la más ilustre de las princesas desvalidas cambió el guión de su historia, ¿por qué no hacer lo mismo nosotras? 

El príncipe ya no nos auxilia, ya no nos complementa, ya no nos rescata de la torrecilla, pero si nos saca de esa habitación oscura en la que jamás nos sentimos del todo cómodas, más conocida como soledad. Por eso los hombres no son seres prescindibles, porque se  necesita de dos para hacerse compañía, para compartir alegrías y penas, para esmerarse en los detalles, para hacer comentarios graciosos y entendibles sólo para dos, para celebrar un aniversario, para disfrutar un beso.

Pero a veces, la siempre inoportuna ansiedad nos gana, nos hace tomar decisiones apresuradas, nos saca la vuelta y la lengua, nos hace perder los papeles y la paciencia, y nosotras que luchamos con uñas y dientes por una sociedad más justa, pero a veces nos dejamos arrastrar, empezamos a poner nuestro corazón en vitrina, ofreciéndonos al primero que se detenga a vernos, si nos emociona tanto como un pepino cortado en redondelas, es lo de menos. Nos está mirando y prestando algo de atención, lo demás cae por su propio peso, el amor se puede construir, se puede inventar, de ser necesario lo forzamos, sabiendo que no es así.


Buscamos hombres buenos. Tan fácil como eso y tan complicado de encontrar. Que no tengan el hobbie insano de coleccionar parejas, de ilusionar mujeres incautas, de juzgar por una foto, de buscarte cuando les provoca, cuando necesitan ayuda, cuando deseen una inflada de ego.  Y la única forma de evitar esos especímenes que pululan por ahí es tomándonos tiempo para conocerlos. Pero conocerlos bien, aventando por la ventana las ideas preconcebidas, los prejuicios y dejar de ir entregando los sentimientos alegremente.

Buscamos correspondencia, detalle con detalle, cariño con cariño, beso con beso. Buscamos tolerancia, buscamos comprensión, buscamos mentes abiertas para alegrarse por nuestras pequeñas o enormes victorias personales. Buscamos compartir momentos, grabar recuerdos, entonar bandas sonoras. Buscamos un cable a tierra. Buscamos esa compañía que respete nuestro espacio en la torre, que encienda la luz, que nos ayude a espantar los fantasmas que de vez en cuando aparecen para fastidiar la paciencia.

Equilibrio, eso es lo que esta mujer soltera busca. 

Canción para iniciar la búsqueda... Al iniciar este verano, que ya se acabó, juré que esta canción sería el tema para iniciar esas caminatas que escasearon durante la temporada. Sin embargo, cuando a la radio se le ocurría programarla tempranito, pensé que era un buen momento para decretar un día de buena suerte, decir ale, ale y al trabajo con alegría



Busco un chico que comparta mis caminatas si le provoca, una que otra tarde de cine, noches de bares y conciertos, y que se quede a mi lado cuando llegue la sensación de destruir muros de sal, porque acabó la fiesta



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