Solo un instante
Buenos o malos, amargos o tristes, para la posteridad o para el olvido, la vida está hecha de instantes y esa es una verdad universal. Sería genial tener una máquina del tiempo para regresar a ese minuto en que fuimos estáticamente felices, o a ese segundo que nos cambió la vida, o volver a sentir las emociones de aquel momento que esperamos nunca olvidar.
Hace muchos años el Eterno y la aparición del primer amor era tema corriente en mi diario, el primero de siete. Habían miraditas tímidas, llamadas de atención alguito forzadas, conversaciones banales y prolongadas, miles de canciones recontra cursis coronando cada encuentro, hasta que lo inesperado ocurrió. Una tarde de mayo estábamos jugando en un auto estacionado, con un montón de gente a nuestro alrededor. El Eterno se las ingenió para tomarme la mano sin que nadie se diera cuenta y me dijo en la voz más baja posible: te quiero. En ese instante las mariposas aparecieron en mi estómago, y se quedaron ahí para alborotarse cada vez que alguien me trae de cabeza.
Una década después el Eterno y yo coincidimos en una tarde de invierno. Salimos a caminar, me las quise dar de grandaza y fumar, a pesar que no sabía cómo hacerlo (seamos honestos, hasta la fecha no se muy bien como se hace). Él se dió cuenta de ello y trató de darme una lección rápida. A la primera me salió, a la segunda también, pero a la tercera me di un atorón que me puso morada. Decidido, pero sin querer, el Eterno me dijo, las dos primeras estuvieron muy bien, te salieron lindas; ¿linda? pregunté algo coqueta; si, linda me respondió y se acercó peligrosamente a mi; ¿ah si? refuté yo; si me contestó y sin mas me besó en los labios por primera vez. En ese instante comprobé que mi sueño de niña se había hecho realidad, algo tarde, pero había ocurrido.
Entre el 2003 y 2004, La Noche de Barranco era mi point de todos los fines de semana. El rock nacional estaba en su mejor momento y mi hermana y yo los disfrutábamos a mas no poder. Por ese entonces había vuelto a la universidad y me perfilaba como buena alumna, buenas notas, nuevos amigos, pocas preocupaciones mas allá del examen del lunes. Era un extraordinario momento. A mi me fascinaba TK y no me perdía una sola presentación de ellos en el point barranquino. Inminente Conjunción era una de las canciones que mas me gustaba y se me salían los pulmones cuando llegaban a esa estrofa que dice: "lograr la sensación de ya no poder más". Efectivamente, ya no podía mas, me sentía bien con la vida, con todo lo que ocurría, sonreía a menudo sin mayor dificultad. En ese instante descubrí lo inmensamente feliz que me hacían las cosas simples de la vida (si, como la telenovela de los 70's) .
Alguna vez trabajé en una gris oficina gobernada por dos ogros que tenían como única finalidad en la vida hacer miserables a las personas que laboraban para ellos. Al comienzo me afectaba, me entristecía, me ponía de pésimo humor y maldecía mi suerte. Luego hacía oídos sordos a sus comentarios, me hacía la indiferente, la inmutable, infundí miedo: "ustedes me gritan, yo me peino, agarro mi cartera y me largo, a ver quien los aguanta"pensaba a menudo. Hasta que calladita, tramité mi reingreso a la universidad, obtuve el visto bueno y presenté sin dramas mi carta de renuncia. Años después supe que la sociedad de los ogros se disolvía y el más patán de los dos (que ahora ya está en otra vida) me mandó llamar. Quería contratarme como secretaria, a mi, a quien había tildado de incapaz, lenta e inepta. Primero lo hice esperar y luego me di el gusto de decirle no hay forma, búscate otra que te aguante, yo ya pasé por eso y nunca más, lo juuro. En ese instante supe que la vida de vueltas, con mi respuesta había cobrado todos los malos ratos que ese innombrable me había hecho pasar.
Mis días de productora radial fueron los más felices y gratificantes de mi vida, laboralmente hablando. No sólo me gustaba mi chamba, sino que en el lugar en el que trabajaba conocí a un grupo de amigas, y ahora no me imagino mi vida sin ellas. Somos el paquete completo: la profesional, la coqueta, la hombrecito, la regia, la mamá, la risueña, la inocente y la romántica (o sea yo). Pero como nada es para siempre, mi abrupta salida de ese lugar en el que trabajé contenta por mas de dos años, me deprimió. En medio de esa crisis este gran grupo de amigas estuvo ahí, a mi lado, apoyándome, abrazándome, haciéndome sentir mejor (por las buenas o por las malas). En ese instante recordé que a los verdaderos amigos se les conoce en las malas, por lo que había ganado auténticas amigas. Mas que eso, a las mejores de todo el mundo.
Cuando un tío muy querido trae a su nieto, mi Mati, a pasar el día en casa, me entusiasmo. Fue esa emoción (e imaginarme su carita triste por una piscina prometida que jamás llegó) la que me llevó a comprar una piscina infalble, las más bonita, para que se refresque durante el verano. Mati la vió, se puso feliz y corrió a meterse, quería jugar y remojarse. Yo era feliz de que lo hiciera, porque total, había comprado la pisicna para eso. De pronto, mientras llenaba globos con agua para atacar a Mati, él me dijo "tía Sandra". Me quedé embobada mirándolo y tomando conciencia de que era mi sobrino, y se me cae la baba por él. En ese instante admití que soy una tía que necesita babero y que ese enano con sus cuatro años, es el único hombre que puede hacer conmigo lo que quiera.
Antes de que el DJ me rompiera el corazón las cosas funcionaban bien. Lo nuestro siempre fue una no-relación, eso es verdad, pero sabíamos manejarlo. Él me llamaba, yo corría a verlo y cuando no podía, el desataba una persecución que me encantaba. Me enviaba sms, llamaba una y otra vez, acomodaba sus horarios a los míos, hasta que por fin se daba el encuentro. Con él comprobé eso que escuché una vez "el deseo más grande del ser humano, es ser deseado". Una tarde estábamos conversando, matándonos de risa, escuchando esa música que a él le gustaba y yo jamás en mi vida había oído. De pronto nos quedamos callados, nos miramos y nos abrazamos. En ese instante pensé: en este momento soy feliz. Así era. Bastaba tener al DJ a mi lado para sentirme despreocupada e inmensamente feliz.
En mis días de vendedora en la juguetería hubo un personaje, antes de Barney, con el que congeniaba. Este "entendimiento" daba pie a una serie de bromas de parte de todos mis compañeros del mundo de juguete. Una noche, después de una larga jornada laboral, decidimos salir a bailar en mancha. Mientras hacíamos hora para entrar al antro elegido, una amiga le pregunto al muchcachito en mención si yo le gustaba, así en one y sin anestesia. El chico sonrió, se sonrojó y luego dijo, si, mírala, es simpática, agraciada, tiene tema de conversación, si pasa algo, bacán. Bueno, nunca pasó nada porque llegó Barney y el panorama cambió. Pero me enteré que tenía mi no se qué. En ese instante me supe bonita, no un cuerazo, pero si simpaticona. Mi mente es lo más importante, pero digamos que tengo un plus.
Como decía al principio, la vida está hecha de instantes, y a veces estos instantes que nos cambian la vida porque nos damos cuenta de algo, porque vemos un grio de tuerca frente a nosotros, porque escuchamos una verdad o porque no ocurre lo que esperamos. No todos los instantes son buenos, por eso lo mejor es rescatar lecciones de esos malos ratos, sin olvidar que el mundo da muchas vueltas y que todo ocurre por una, a veces, insospechada razón. Eso so, a la pare debemos armar enormes cajas en nuestra memoria para coleccionar recuerdos de esos instantes en la que la vida nos pareció más bonita de lo que ya es, o simplemente se puso buena.
Canción para enmarcar instantes decisivos... o para rescatar esos minutos que cambiaron la historia, o para olvidar esos segundos en los que el tiempo fue pasando lentamente y en un instante lo que sentíamos fue perdiendo color... mejor dar la vuelta a la página antes de que se nos haga tarde, otra vez
Esta canción da título al post. Algo cursi, muy fresa y a ratos es initeligible lo que cuentas estas dos chicas, que en realidad es una gran verdad, para amar basta solo un isntante... por suerte para odiar también se necesita ese tiempo
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