Afortunadamente no eras tú... y no era yo

Me gusta salir contigo porque no dices tonterías, me dijo cierto sujeto, de buenas a primeras una tarde en que caminábamos por calles que en mi vida había recorrido, pero que para él eran cotidianas. Su comentario lejos de alegrarme, me incomodó, la verdad es que siempre pensaba dos veces cada cosa que decía antes de abrir mi boca cuando estaba con él. Estaba tratando de cambiar por un pata, olvidándome que soy una persona y no un proyecto.


Él siempre se me hizo inmutable, nada lo afectaba, nada le importaba, nada lo ataba, solo su tensión, siempre estaba estresado. Esa era su manera de demostrar que era excéntrico y cool, y yo, impresionable por naturaleza, me quedaba boquiabierta con cada actitud, cada teoría, cada comentario suyo. De entrada nomás supe que mis arranques cursis no iban con él, ni mis poses de la quinceañera melosa y desmelenada que jamás fui, ni mis visiones sobre ciertas cosas que nos hacían caer en una y darnos cuenta de que éramos mas incompatibles de lo que pensábamos. Sin embargo, nos seguíamos frecuentando, porque total, nos hacíamos los interesantes.

Cierta tarde, conversando, sin tanta risa, porque debo confesar que él jamás hizo que soltara una carcajada ruidosa, me dijo en una y sin anestesia, que seguíamos saliendo y perdiendo el tiempo juntos porque le parecía una mujer centrada, no andas hablando tonteras como las otras fue su cita textual. Me hizo gracia que me lo contara, como quien te felicita por haber ganado la cifra histórica de la Tinka. Me gané al rey de la honestidad y la excentricidad por no decir babosadas. Qué suerte la mía, ¿no? El detalle es que para esas alturas, yo sabía que él no era tan honesto como se proclamaba, yo medía mis palabras, y todo eso ya me estaba aburriendo, porque resulta que también soy fácil de hostigar.

Ya que el era tan sensato, se merecía recibir un par de verdades, sin sonrisitas impostadas, sin sutilizas, sin diplomacias. Entonces le conté que no me parecía tan real como se proclamaba, que me llegaba su actitud tan pesimista, que era una persona sumamente egoísta, y que me gustaría compartir más actividades con él, ir a un concierto, al teatro, a un bar temático, pero no se lo decía porque intuía su respuesta negativa y su justificación para cada caso: yo solo iré a un concierto cuando AC/DC sea el estelar, esa obra no tiene nivel suficiente, no veo porque quieres ir hasta el otro extremo del mundo para beber un chilcano.



A pesar de esa conversación bastante incómoda, nos seguimos frecuentando, porque valgan verdades me parecía un chico interesante, todo un caso para la ciencia. Interesada en conocer sus reacciones y jugando el papel de científica loca, decidí hacer un experimento. El día de su cumpleaños acordamos vernos, y yo llegué a su encuentro con un regalo hecho a su medida en mis manos, esas cosas que puedo pasar horas buscando con tal de ver feliz a una persona, esta vez quería saber si era posible sorprenderlo, por lo menos una vez en la vida. 

Así fue. Abrió su regalo, lo miró emocionado, me abrazó y me dijo hace mucho no me regalaban algo por mi cumpleaños. Ese comentario me entristeció, todos merecen recibir por lo menos un caramelo el día de su santo. Me permití ser un poquito melosa ese día, y él se dejo engreír, total era un día especial. Sólo un día que fue la excepción a la regla, ya que a las dos semanas, cuando nos volvimos a ver regresó con su apatía, su cara de todo me aburre, todo me llega, y bueno, me contagió su aburrimiento y su hartazgo. Él me empezó a hartar.

Por eso, al poco tiempo ambos, sin saberlo, buscamos una excusa, un punto de quiebre, cualquier tontería para terminar de darnos cuenta de que nunca nos íbamos a terminar de entender, y en realidad jamás nos íbamos a gustar tanto como para dar nuestro brazo a torcer en puntos tontos, pero claves, o que disfrazamos de claves para mentirnos a nosotros mismos y decir no va, somos tan incompatibles que no vale la pena hacer el intento si quiera. Y nos dijimos hasta chau, sin dramatismos, sin despedidas innecesarias, sin más explicaciones. Los dos sabíamos muy bien que lo que mas deseábamos era una salida de emergencia, esa no relación carecía de pies y de cabeza.


Como siempre sucede, las peores historias, dejan las mejores lecciones. Yo soy como soy, melosa, cursi, habladora, paciente, creativa, reilona y sumamente romántica. Lloro en las ocasiones especiales, leo compulsivamente revistas de novias, me gustan las comedias románticas, amo las canciones de adolescente enamorada, y si algo me afana es ir a conciertos, de vez en cuando al teatro e ir a un lugar bonito por un chilcano, así este quede a kilómetros luz de mi casa. Así, media complicada a veces, hay gente que me quiere, que me aprecia y con la que me siento cómoda y no ando midiendo mis palabras. Entonces, ¿para qué esforzarme con un pata que a la larga no me movía un pelo?

No se que será de su vida. Aprecio sus mensajes de Navidad, Año Nuevo, y Día de la Amistad, más todavía porque se que él no cree en esas cosas, porque es la apatía andante, pero no los respondo, porque se que no lo va a apreciar, y no quiero gastar la poca energía que tengo algunos días en gente no grata. 

Quedo dejar en claro que no estoy dispuesta a socializar con personas que piensan, hacen y sienten distinto a como pienso, hago y siento yo, por el contrario tengo un montón de personas así, a quienes quiero mucho y creo en eso de que polos opuestos se atraen, porque es bueno cruzarse con alguien que te equilibre, pero no que trate o te fuerce a cambiar. Por eso te digo, Miste Apático que esa buena compañía que busco, afortunadamente no eras tú, y para tu mala suerte, no era yo.

Canción para decirle adiós a la apatía... He mencionado a lo largo del post que me gustan mucho las baladas cursis de adolescentes enamoradas, por ejemplo esta, que le da título a la historia de esta semana



Si Mister Apático se hubiese enterado que una canción de Gianmarco me remitía a él, le hubiera dado un soponcio, patatuz, paro cerebro vascular, o algo similar. Y a pesar de que el remedo de idilio que tuve con el patita este fue funesto, la canción siempre va a ser buena y me va a gustar La Vida Entera


Comentarios

  1. Me encanta como escribes y es cierto... las peores historias dejan las mejores lecciones. Es una buena historia a muchas nos ha pasado

    ResponderEliminar
  2. Gracias por tu comentario Jackeline. Me alegra mucho que visites mi mundo y saber muchas chicas comparten mis experiencia, no estoy sola en el universo, y esa fue la premisa con la que empecé a escribir. Muchos éxitos

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Tumba la fiesta

El retorno de la duendecita

Solteronas y solteros codiciados