Hecho de recuerdos

Tras una hecatombe emocional, podemos rescatar dos cosas: lecciones y recuerdos. De las lecciones hemos hablado en más de una ocasión, recordando que es importante aprender de los errores para no repetirlos, y no ser tontos resbalando con lo mismo una y otra vez. ¿Y los recuerdos? En un primer momento nos van a asaltar, es casi inevitable, luego se guardan en un enorme baúl, y mucho tiempo después. cuando todo se supera y ya no duelen, se revisan de vez en cuando, para arrancarnos sonrisas y por ahí, uno que otro suspiro tonto.


Recuerdo el sonido de tu voz. Nuestras conversaciones sobre cualquier cosa, aspectos vitales en ese momento. Tus tres preguntas: ¿estás con alguien?, ¿con qué tipo de chico te gustaría estar?, ¿qué dirías si yo te digo que te quiero dar un beso? Mis respuestas breves: No, un caballero, estás loco. Tus dedos enredándose con los míos. Las cientos de páginas que te dediqué en mi diario. El oso de felpa que me regalaste y que hasta la fecha conservo. Las mariposas revoloteando en mi estómago por primera vez. Mi cara sonrojándose cuando alguien te mencionaba. Tu futuro incierto. Ese beso que llegó tarde y que funcionó como una máquina de tiempo. Saldamos esa cuenta que creamos cuando éramos adolescentes.

Recuerdo tus correos, tan extensos como tiernos. Epístolas que pecaban de cursis, pero para mi eran románticas. Esas primeras baladas que me dedicabas, y las que yo te dedicaba a ti. Las llamadas telefónicas que llegaron de sorpresa y no se fueron mas. Tus partidas. Los días que se hacían eternos sabiéndote lejos. Tus regresos. Las discusiones en que nos entrampábamos cuando te ibas sin previo aviso. Nuestros puntos de encuentro, que oscilaban entre Calle Capón, la puerta del cine del Primavera Real Plaza, y la puerta de la Alianza Francesa de Miraflores. Recuerdo esas promesas que sonaron reales, probables, eternas y que nunca cumplimos.

Recuerdo esa sensación de que el amor a primera vista no era un cuento chino. Tus sonrisas y tu mirada perenne, tierna, embobada. Esa canción tan poco conocida, como buena de Alejandro Sanz que me dedicaste. Las cervezas que compartimos con tus amigos en la puerta de tu casa. Lo mucho que me esmeraba en producirme para ti. El doble de afán si es que íbamos a salir con la gente del trabajo, los scouts, o tus primos. Lo fugaz que fue todo.


Recuerdo la primera canción que bailamos la noche que nos conocimos. Esa misma que con el tiempo se volvería nuestra canción. Las caminatas largas o breves, siempre tomados de la mano. Los conciertos que ambos disfrutábamos mas porque íbamos juntos. Esos sitios que visité cuando era niña y que querías conocer. Tus comentarios halagadores, que siempre me hacían sonreír. Nuestros planes para cada fin de semana y para feriados también. Los mensajitos inesperados de buenos, días, buenas noches, suerte en tu examen, que te vaya bien en tu reunión, te quiero mucho. Lo bien que nos veíamos juntos. Lo bien que nos llevábamos al inicio.

Recuerdo tus comentarios graciosos. Me advirtieron que eras desatinado. No lo eras, solo debían decirte las cosas como eran para que te detuvieras antes de abrir la boca. Tu nombre oscilando en mi celular y la emoción que eso despertaba en mi. Tu poder de persuasión. Los chocolates que tanto te gustaban y que te regalaba cada vez que podía. Esos comentarios subliminales que llegaban en el momento más inesperado. El tono de mi voz que cambiaba cuando hablaba de ti. Las canciones de reggae que en mi vida había escuchado y que a ti te ponían un montón. Los besos en tu casa. Los abrazos que me hacían sentir que todo estaba bien.

Recuerdo tu disconformidad. Tienes una capacidad de encontrarle un pero a todo, que asombra al mas escéptico. Tus impresiones tan distintas a las mías. La fascinación con la que me hablabas de AC/DC. Lo feliz que te pusiste cuando te regalé la taza con la imagen de tus ídolos. Tus saludos por Navidad, Año Nuevo y, lo mas sorprenderte por el día de la amistad, fechas que no te movían ni un pelo. Mis opiniones bien cuidadas, bien elegidas. Lo mucho que me esforcé en no ser yo. Lo rápido que me di cuenta que eso no me llevaba a ninguna parte.


Como dije al inicio de este post, si bien los recuerdos duelen, o nos dejan un sin sabor en un primer momento, con el tiempo nos pueden arrancar una sonrisa, sobre todo si somos cuidadosos, jugamos a lo de la memoria selectiva y optamos por quedarnos con esos momentos bonitos, casi perfectos, que nos hicieron sentir felices. 

Evocar sin dolor esas canciones, murmullos, películas, calles, o tantas cosas que fueron parte de alguna relación que ya no va más, es señal inequívoca de que superamos ese capítulo y estamos listas para empezar de nuevo. Una cosa es decirlo, otra estar convencidas de ello, algo que queda en nuestra conciencia. Si decimos lo que pensamos, entonces es momento de reconstruir y crear nuevos recuerdos.  

Canción para rescatar bonitos recuerdos... Hablar de recuerdos no equivale a escuchar canciones lánguidas, algo deprimentes, demasiado reflexivas. Un ejemplo de ello es esta canción tan antigua, como desconocida de Carlos Ponce, que cuenta que se acurda de la mirada, sonrisa, manera de ser y demás cosas de una señorita con la que él quisiera volver



Al inicio los recuerdos duelen, causan incomodidad, sinsabores, y nostalgia, es inevitable, porque nos llevan a alguien que ya no estará mas con nosotras, decisión incomprensible, injusta, o necesaria y juiciosa, sobre todo si es nuestra iniciativa. En un primer momento nos concentramos en nuestra soledad, esa que hace rato veíamos venir


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