Así empezó todo

Muy temprano te había dicho para ir a caminar, como tantas veces lo habíamos hecho. Me contestaste que no podías, una gripe te tumbó en cama. Me apené y me quedé callada. Por la noche en el msn, me encontré con Pepita Grilla, quien muy entusiasta me contó que ese sábado se celebraba el día del orgasmo femenino. Yo reí, incrédula de que esa fecha existiera. Me encontré contigo, también, te conté lo de la celebración y ahí se inició todo.


Empezamos a coquetear en broma, como siempre lo hacíamos. Sin embargo, esa noche te sentí diferente, no te lo tomabas todo a chiste, cosa que solía suceder. Eso me inquietó, pero me mantenía serena, yo puedo dominar la situación pensé, y seguí tentando al diablo, un poco por entretenerme, después de todo era sábado por la noche, y otro tanto por curiosidad, quería saber hasta dónde llegarías. Grande fue mi sorpresa cuando, decidido como nunca, fuiste hasta el final y me pediste una cita, si no puedes el próximo sábado, que sea el viernes, a la hora que sea paso por ti, me dijiste.

La semana pasó sin novedades el uno del otro. Tan callados estábamos que pensé que no nos veríamos hasta dentro de mucho tiempo y haríamos como que esa conversación, a propósito del día del orgasmo femenino, nunca se había dado para preservar nuestra amistad. Me equivoqué. Ese viernes, a las 6 de la tarde me llamaste, me preguntaste a qué hora podías pasar por mi, y finalmente  quedamos en que te timbraría una hora antes para que la espera no se prolongara.   

Unas horas después, tras ponernos de acuerdo por teléfono y cambiar de punto de coincidencia n veces, empecé a caminar para darte el encuentro. Las piernas me temblaban, mi cabeza no se decidía por como saludarte, estaba hecha un lío, andaba muy nerviosa. Te vi en la avenida, al lado de un taxi, congelado, esperándome. Me acerqué tratando de serenarme, pensaba que si seguía temblando te iba a dar una impresión equivocada, o que de repente me tropezaba, me caía y la canción. Nos miramos, sonreímos, me abrazaste fuerte y subimos al taxi. Yo sabía a donde íbamos, en el camino me tomaste la mano, yo te la apreté en señal de aprobación.


En todo el camino no hablamos del tema. En realidad, no hablamos casi nada, sólo me preguntaste si tenía hambre y yo te dije que no, de los nervios me había olvidado de mi usual apetito voraz. Al llegar al lugar que habías elegido para la ocasión me di cuenta de que también estabas nervioso, eso me enterneció. Los minutos se hicieron largos, y había un silencio incómodo en la habitación. Por un instante pensé que no pasaría nada, que nos íbamos a dar las buenas noches, pasarías a la cama adicional que había y al día siguiente, con el mismo silencio incómodo, nos alistaríamos para volver cada quien a su casa. Por suerte, no sé si buena o mala, no fue así.

No recuerdo, ni el momento exacto, ni las circunstancias, lo que si se viene a mi cabeza, y a la boca de mi estómago, que es en donde se agolpan las sensaciones, es que entre incierto y convencido de que era en ese segundo o nunca, me besaste por primera vez. Como es mi costumbre, te detuve para contarte un par de cosas, mientras hablaba pensaba lo tonta que era, tú tratabas de matar tus miedos y yo con mis comentarios, totalmente fuera de sitio, me esforzaba en revivirlos. Te importo poco y continuaste. Menos mal que lo hiciste.

Me regalaste una noche increíble. A pesar de que los nervios de ambos se hicieron evidentes, me hiciste sentir cómoda, ese bienestar que solo es posible en una relación que se entabla en amigos - con - derechos - landia. Dormimos abrazados, si alguien nos hubiera visto, habría jurado que nos adorábamos. A la mañana siguiente, desperté antes que tú y corrí al baño. Me lavé la cara, me cepillé el pelo, me mini produje para que a la luz de un nuevo día no se rompa todo, al menos no de sopapo.

Fue todo lo contrario. Nos dimos los buenos días entre sonrisas y besos. Queríamos prolongar lo máximo posible esas horas que nos concedimos. Ese espacio, esa travesura, esa historia recién creada era nuestra. Bastaba eso para que sea especial, para que marque un hito, un antes y un después. Tras ponernos presentables, nos besamos una vez más y decidimos almorzar juntos, como tantas veces ya lo habíamos hecho.


Era un almuerzo de amigos. Por lo que tras decidir que ordenar, empezamos a hablar como patas. El trabajo, los cursos, los amigos, la familia, nada fuera de lugar. Charlamos de todo, menos de lo ocurrido en las últimas horas, total, los dos sabíamos muy bien que había pasado. Mientras probábamos otro bocado, se creo un silencio natural, que fue quebrado por una salsa antigua a ritmo de piano. Yo sonreí porque la canción no podía ser mas precisa. 

Nos despedimos y cada quien emprendió su ruta. Camino a casa pensaba en lo sucedido, en la naturalidad con la que se dio, a pesar del nerviosismo, en lo mucho que me habías sorprendido, en cuanto me había gustado pasar la noche contigo. Demostraste ser un caballero al llamarme unas horas después para saber si todo bien. Presiento que querías saber si me provocaba extender esa noche a un fin de semana entero. La distancia nos jugó en contra. Sin embargo, tu interés estuvo a mi favor. Por eso me sorprendí gratamente cuando el jueves siguiente me llamaste y me dijiste resuelto, hey ¿qué planes para este fin de semana?

Canción para empezar la anécdota... Según corrieron los meses y nuestra confianza se hizo mayor, me animé a compartir la canción que me remite a ti. Así me mientas, abre el paréntesis para vivirlo juntos, esta noche esa noche estuviste conmigo, esa noche fue para mi




Si bien el corpotagonista de esta historia le gusta el rock, Líbido no es de sus favoritos. Pero hoy por la mañana encontré un video de ellos tocando el pasado fin de semana en el Centro de Lima y sentí esta canción, una de las mejores que tienen, con el mismo felling, energía y vigencia que tenía hace 18 años, cuando vio luz y nos demostró que una banda peruana también podía estar en los 10 + Pedidos de MTV









    


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