Alma criolla
"¿Y a ti de dónde te viene el gusto por la música criolla?" me preguntó una ex compañera de trabajo, al escucharme tarareando a la perfección el coro de Mal Paso. Mi abuelo escuchaba valses cuando regresábamos del colegio todos los días, y ahí fue cuando nació mi cariño le contesté. Además, soy del rico Barrios Altos, rematé. Ella sonrió y se fue cantando "si algún día te acuerdas de mi..." Hoy, que todos lloran a Polo Campos, pienso que el criollismo nunca muere, porque se lleva en el alma.
Tal vez el gusto por la música criolla me viene de mucho antes, de que mi abuelo escuche "La Hora del Bitute" cuando nos traía de regreso del colegio a mis hermanas y a mi. De repente fue cuando tenía 9 años, y en el colegio nos enseñaron las letras de Y se llama Perú y Contigo Perú, yo las aprendí y nunca más las olvidé. También recuerdo que al año siguiente, nos hicieron entonar canciones criollas, como parte de una evaluación de arte. Mi grupo escogió Contamana, y otras compañeras una canción que me enamoró a primer oído, El Tamalito.
Cuando dicen música criolla, el primer nombre que se me viene a la cabeza es Eva Ayllón. Para mi ella es una de las mejores exponentes de la música made in Perú, y es una de las pocas cantantes criollas a las que he visto en concierto, cuando se presentaba en El Gran Estelar de la desaparecida, y siempre añorada, Feria del Hogar. Mi familia y yo, íbamos puntuales cada 28 de julio a la feria, fechas que eran reservadas para la Ayllón, y nos quedábamos hasta el estelar, porque mi papá es fan number one de la criolla.
Tanto le gusta, que uno de los primeros CD's que compró, fue el de Eva Ayllón en vivo desde el Teatro Municipal. Los domingos en la mañana, mientras mi papá preparaba el desayuno, que solía incluir un lomito al jugo para alquilar balcones, él escuchaba el disco y yo era feliz, empezando el día con canciones como Regresa, Ven a mi encuentro o Miguitas de ternura, que no es propiamente criolla, pero es igual de linda. Tal vez ese es el génesis de la historia entre el criollismo y yo.
No todos los días, pero cuando mi abuelita está de buenas, y yo ando por ahí, es costumbre encender la radio para que escuche la música criolla que pasan al mediodía en la estación que transmite canciones del recuerdo. Cuando ella canta, sabemos que sus dolencias no se han manifestado, y que tiene muy buena memoria la señora, porque se sabe al revés y al derecho los estribillos y coros de cada vals. Cierto día, se nos dio por cantar Estrellita del Sur, una canción que ella entonaba con su hermana, cuando eran chiquillas, y que mi abuelo dice que debe ser recontra antigua, porque ya era del recuerdo cuando él era niño. Además, mi abuela lleva el criollismo en el nombre, Yolanda, bendito nombre, es su canción, esa misma que mi abuelo utilizó como táctica de enamoramiento.
La muerte de Augusto Polo Campos, me ha traído todas estas estampas a la cabeza. Me animo a confesar que más de una vez he cantado voz en cuello Regresa y Cuando llora mi guitarra. Así como también disfruto canturreando Mal Paso, Sincera Confesión, La noche de tu ausencia, Falso Amor y, como no, Callejón de un solo caño. Les cuento que me gusta mucho Cariño Bonito y Limeña, porque yo también tengo alma de tradición, e insisto, en que ese es el mejor título que se le puede poner a una crónica sobre Alberto Andrade, aunque la bruja de Leiva me haya dicho lo contrario.
Y ya que estamos confesándonos, les digo que Y se llama Perú y Contigo Perú son canciones que me emocionan hasta el lagrimeo, por lo que esta última semana he andado deshidratada, y he pensado que mal que bien, Polo Campos recibió el mejor homenaje de todos, ver como eso que escribió se hizo realidad, al clasificar al mundial de Rusia 2018. Se hizo victoria nuestra gratitud, y nos reventamos los pulmones cantando Contigo Perú. Y lo haremos después de cada partido que juguemos, y lo recordaremos a él, al Zambo Cavero y a Oscar Avilés.
Dicen que nos estamos quedando sin criollos, pero yo no lo creo así. De lo que si estoy segura es que falta difusión, por eso a más de uno se le formará un signo de interrogación cuando mencione a Marco Romero y Tito Manrique. La música criolla nunca pasará de moda, mientras haya gente que escuche valses, baile marinera o tondero y aplauda al compás de un festejo. Mientras distritos que nos remitan al criollismo, como La Victoria o el Rímac, sigan existiendo, seguiremos recordando que las jaranas criollas siempre ponen y que el mejor acompañamiento de unos anticuchos, o un pisco sour, es una canción entonada con guitarra y cajón.
Repito, la música criolla no va a morir, porque se lleva en el alma, y esta, al igual que la materia, no se crea, no se destruye, solo se transforma, y los nuevos exponentes del criollismo quieren hacer eso, transformar y reformar los valses, para que las nuevas generaciones también tengan alma criolla.
PD: Para mi abuelos, porque gracias a ellos mi hijo o hija también cantará valses y bailará festejos.
Canción para almas criollas... Tito Manrique y su Cosa Nuestra es uno de los mejores exponentes criollos de los últimos tiempos. Si varios valses se han convertido en salsa y han funcionado, el repitió la fórmula al revés, convirtiendo en ritmos criollos salsas consagradas. ¿Vieron? Todo se transforma
Nunca he hablado abiertamente de mi gusto por la música criolla, porque no es algo que escuche a diario, y tampoco es muy trascendental que digamos, pero ya que la coyuntura nos ayuda, y he indicado en mi CV que este blog habla de temas de actualidad, era preciso anotarlo. Lo dicho aquí es una sincera confesión
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