Igualdad

Una vez más, el calendario nos pone cerquita al 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer. Este año la fecha nos debería llevar a reflexionar, una vez más, lo que se conmemora, lo que se hizo, lo que nos falta por hacer, lo que debemos evitar. En este momento en que un montón de intolerantes disfrazados de decentes y fanáticos religiosos nos quieren desinformar y modelar nuestra mentes a su antojo y manera, debemos convencernos que en este país, como en más de la mitad del mundo la igualdad de género es una utopía y si queremos que esto cambie, debemos empezar en las escuelas.


Contrariamente a lo que cualquier persona despistada podría pensar, y como ya lo he dicho innumerables veces, el Día Internacional de la Mujer no celebra el hecho de tener un xx en nuestro ADN. Tampoco festeja el hecho de que podemos parir, o que sangramos un mínimo de tres días por mes, o que hacemos pila sentadas. No, el 8 de marzo recordamos la lucha de un grupo de mujeres obreras que exigían tener los mismos derechos laborales que sus compañeros varones, y de paso recordar todo lo que las mujeres hemos logrado.

Las mujeres hemos conquistado derechos que van desde la educación hasta la vida política del país, aunque tenemos una eterna aspirante a la Presidencia (y ojalá jamás llegue a Palacio de Gobierno) que cada día da más pena por lo estúpida y desubicada que es, y unas congresistas que aman el color naranja y dan vergüenza ajena, pero en fin, tenemos terreno ganado. Sin embargo, no vivimos en el país de las maravillas y nos queda muchísimo por hacer, y somos precisamente las mismas mujeres las que nos ponemos cabe.

Las diferencias de género saltan a la vista si de edad de trata. Un hombre a los 40, pintando canas, si es que aún tiene pelo obviamente, y con unas simpáticas arruguitas por ahí, se hace más interesante, más cuajado, está en su plenitud, en su mejor momento. Las mujeres en cambio llegamos a la base 4 con cierto temor, es más nos cuesta decir soy cuarentona, si estamos solteras peor todavía. Y obvio a esa edad es obligatorio utilizar tinte, porque hay que disimular a como de lugar esas canas que se filtran en nuestra frondosa cabellera, aplicarnos todas las noches cuanta crema anti arruga llegue a nuestras manos, cuidar al milímetro nuestra alimentación, y salir a correr o acudir al gimnasio más cercano porque es importante envejecer con dignidad, y porque ser una tía regia está de moda.

Hace algunos años leí que una periodista peruana medianamente conocida decía, ¿por qué al llegar a los 40 a las mujeres se nos exige tener un cutis lozano y ser delgadas? Y lo que es peor, ¿por qué a los hombres no se les exige eso? Y esto es solo la cima del iceberg.


El hecho de que ya ocupemos cargos que eran exclusivos para hombres, como oficiales de policía, árbitros o gerentas de mega empresas, y que sea normal ver a hombres en la cocina, o haciéndose cargo de labores domésticas, no quiere decir que hayamos conquistado la equidad de género. Vamos por buen camino, pero nos falta mucho. Falta, por ejemplo, que los hombres le pierdan el miedo a expresar sus emociones, a aceptar en voz alta que les gusta planchar o cocinar, que no les interesa tanto el fútbol, y abandonar esos patrones que presuntamente los hace más hombres, porque es pura tontería. Así como es pura estupidez el hecho de que no sea femenino correr autos, odiar los colores pastel o rechazar la maternidad. Es necesario olvidarse de los estereotipos y vivir nuestro género como mejor nos parezca. 

Esa tarea debe empezar desde los primeros años, metiéndole en la cabeza a los niños y niñas de que somos iguales, y hombres y mujeres tenemos los mismos derechos, los mismos deberes, las mismas capacidades, y deberíamos tener las mismas oportunidades civiles, académicas, laborales, políticas y un largo etcétera. Y de paso, entender que hay personas con una orientación sexual diferente, llámese gays o lesbianas, que son tan humanos y normales como cualquier otra persona, y no son ni enfermos, ni raros, ni traumados, ni inmorales. Simplemente son diferentes, y en la diferencia debe reinar la tolerancia.

Imagino que alguien debe opinar que de eso se debe hablar en casa, en la intimidad del hogar, entre cuatro paredes. El tema es, ¿qué pasa si en esa casa vive un energúmeno que cree que por tener pene es superior y puede maltratar a las mujeres?, ¿qué ocurre si esa dignísima madre de familia es una apasionada católica pero tremenda homofóbica?, ¿qué sucede si un padre de familia prefiere no hablar de homosexualidad, no vaya a ser que su hijo se vuelva "rarito", ¿qué hacemos si una madre prefiere no hablar de sexo con sus hijas porque eso es meterles ideas en la cabeza y mandarlas de frente a un hotel a que pongan en práctica todo lo aprendido?

¿Qué hacer?, ¿dejamos que el mundo se siga plagando de maricones que resuelven todo a golpes, homofóbicos que se disfrazan de decentes, que continúe la ignorancia y los embarazos adolescentes por falta de  información? Sería mas sencillo y factible trabajar en conjunto con los colegios, pero nunca faltan los que se escandalizan por todo y piden una marcha a favor de las "buenas costumbres" y viven en una sociedad que hace rato ya cambió.



Lo digo con todas sus letras. Yo estoy a favor de la nueva currícula escolar y los promotores de con mis hijos no te metas, no me parecen más que un grupo de fanáticos, ignorantes e intolerantes que arrastran a los desinformados a su bando. Esta gente no comprende que la sociedad ha cambiado, y las familias también. Se necesita de un hombre y una mujer para procrear, pero no para criar. Esa familia papá, mamá, hijitos ya no es el único modelo de familia, existen muchos más y nadie nos pide que lo aplaudamos, solo que los aceptemos, los incluyamos y  seamos tolerantes, abriendo solo un poquito la mente. Con esfuerzo y esos valores que tanto propagan como la solidaridad, generosidad y buena voluntad si se puede, estoy segura que si.

Si queremos una mejor sociedad, debemos empezar por aceptar el mundo actual, olvidarnos de los estereotipos, de ponernos cabe entre nosotros y dejar que cada quien viva su vida como mejor lo parezca. Un gay no es inferior ni física, ni mental, ni emocionalmente por tener una orientación sexual diferente, y una niña no se va a volver lesbiana al enterarse qué es serlo, así como no se va a encamar con cuanto chico pase en frente si se le cuenta que es una pastilla anticonceptiva.

Y las mujeres no somos ni menos, ni más por nuestro xx y por estar vinculadas al color rosado, y si conmemoramos el 8 de marzo, pedimos que cese la violencia doméstica, nos ponemos bravas y contestonas, y reclamamos el pleno ejercicio y respeto de nuestros derechos, es porque la gente retrógrada abunda, y por suerte ya sabemos que tenemos boca, tenemos brazos, piernas, mente, y la vamos a usar porque el objetivo es claro. No queremos privilegios, solo queremos igualdad.

Canción para conmemorar el 8 de marzo... Para reconocer lo logrado y todo lo que falta por hacer por nosotras y, en especial, por las generaciones que ya están revolucionando el mundo y que están por venir. Seamos morochas, pelirrojas, rubias, chinas, mestizas o verdes, nuestro deber es avanzar... Avanti chicas, avanti



Hace muchísimos años, haciendo un trabajo para la universidad, caí en cuenta de que hay pocas voces femeninas en el rock. Un par de años después se hizo un encuentro de cantautoras y me di cuenta de que habían mas chicas de las que suponía. Para mi, Caroline Cruz fue el más grato descubrimiento de esas cuatro cantautoras








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