Masoquismo

Si no todas, la mayoría de personas tenemos algo de masoquistas. Es un lado que está ahí, durmiendo y despierta cuando menos lo pensamos. Algunos lo ignoran, otros lo enfrentan sin imaginar lo enorme que es y los efectos monstruosos que puede ocasionar en nosotros,  otros hasta parece que lo disfrutan y juegan con fuego una y otra vez. A veces nos gusta el dolor y nos volvemos masoquistas.


Está más claro que el agua que a ese chico que te gusta tanto, que te parece tan inteligente, tan cómico, tan bien vestido y que huele muy rico, tú no le mueves un pelo de esa linda cabellera que te gusta tanto. Pero como eres terca, estás dale y dale con lo mismo de pasarle mensajitos puntualmente cada mañana, de inventarte cualquier excusa para saludarlo efusivamente, de invitarlo a salir. Cada vez es lo mismo, él responde cortante, o te promete llamarte y nunca lo hace, o presiona ignorar en su teléfono cada vez que aparece una señal de vida tuya. No está interesado, y eso lo sabes, pero prefieres experimentar una vez más la sensación de rechazo, porque tienes algo de masoquista.

Entendemos que terminar con ese pata con el que te veías en el altar es difícil, doloroso, complicado y deprimente. Por eso tus amigas te acompañan, busca arrancarte una sonrisa, te escuchan, te pasan los kleenex, mandan al diablo a medio mundo uniendo sus voces a la tuya, y se muerden la lengua para no decirte te lo dije, aunque tú sabes que lo hicieron y no una, sino varias veces. En un mundo perfecto e ideal, tú pondrías de tu parte y erradicarías poco a poco, todos los recuerdos del innombrable que te hizo añicos el corazón, pero como esta es la vida real y tú eres media loca, prefieres traerlo a tu mente día y noche, visitando su página en el facebook, escuchando esa canción que era de ustedes, viendo la película de ese actor que les gustaba tanto, pidiendo el sabor de helado favorito de él. Deberías poner de tu parte, pero no lo haces, porque tienes algo de masoquista.

Ese chico está churro, es verdad, y también es un jugador de aquellos, por eso agarra con dos chicas diferentes cada fin de semana,  eso todo el mundo lo sabe y por eso nadie lo toma en serio. Una noche tú te conviertes en su agarre del viernes, y te das cuenta que es más interesante de lo que parecía, y le crees cada sílaba de su palabreo bien aprendido. Tú crees que has levantado el mismo interés en él y que de repente rompe su pauta por ti, por eso esperas que te llame el sábado, el domingo, y cada día de esa semana posterior al agarre, sin que suene tu celular ni por casualidad. Hasta que lo encuentras el siguiente fin de semana afanando a otra chica que seguro también lo encuentra interesante y encantador. Te decepcionas, aunque pudiste haberlo evitado aceptando la condición de player de este sujeto indeseable, sin embargo no lo hiciste porque algo de masoquista tienes.



Así como estas situaciones, hay montones de casos en los que presentimos que la cosa va a terminar mal, va a dolernos, va a hacernos daño, pero como nos gusta aprender a cocachos, nos arriesgamos, nos aventuramos, la vivimos sin precauciones, porque ese moretón, que de antemano sabemos que nos dejará la mala experiencia, nos gusta, es una herida de guerra, es parte de la experiencia. 

Como decía al inicio del post, el masoquismo es un monstruo que nos merodea, expectante al mínimo descuido para crecer e instalarse en nuestra vida y arrastrarnos a tristeza landia. En los casos más críticos las consecuencias son desastrozas, en los expuestos aquí no, porque llega el momento en que por las buenas, o por las malas, por nuestra voluntad, o por la voluntad ajena, nos aburrimos de tanto maltrato y mandamos a volar al monstruo, o aprendemos a lidiar con él, y lo dejamos dormir, haciendo el menor alboroto posible por nuestro bien.



No deberíamos ser tan confiadas, pero lo somos. Debemos grabarnos en la cabeza, y asegurar con pegamento, eso de que somos la regla y no la excepción, tal como se repetía en una de mis películas favoritas, Simplemente no te quiere. Tenemos que poner de nuestra parte para levantarnos, porque en algún momento vamos a caernos, o la capacidad de cambiar de ruta por si damos una vuelta en donde no debíamos.Necesitamos aprender a cuidarnos, porque nadie más lo va a hacer por nosotras, por más cariño, por más apoyo que te ofrezca, por más promesas sensatas, la caridad empieza en casa.
   
Solo siendo caritativas y justas con nosotras mismas, podremos volver a dormir al masoquismo, porque dar pena aburre hasta al más paciente. Si podemos evitar el dolor, las caras tristes, las ojeras que aparecen por una noche más sin dormir y deshidratarnos por tantas lágrimas sin sentido, ¿por qué no hacerlo? Aprendamos a dominar al monstruo que está dentro de nosotras merodeando, dejemos de lado el rol de víctima y digamos no al masoquismo.

Canción para olvidarnos del masoquismo... Es tentador caer rendidas ante el encantador de serpientes que con un discurso bonito y bien aprendido, una mirada matadora y una sonrisa de portada de revista de alta sociedad, nos mueve y remueve lo que se le viene en gana. Pero más satisfactoria en la sensación de superar cualquier artimaña y decirle hasta aquí no más



Esta canción la escuché hace mucho tiempo y me hizo pensar en lo mucho que nos gusta ser masoquistas, tanto que si no tenemos motivo, lo inventamos. Por ejemplo, no olvidar a alguien que no vale la pena es algo que se hace por puro masoquismo




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