Planeando la familia
El título suena a planificación familiar, pero no, este post no busca informar sobre los métodos de planificación familiar, o hablar sobre mi postura a favor o contra de utilizar alguna píldora, inyección o similar. Simplemente sobre el derecho que tenemos las mujeres de decidir si tenemos familia o no. No se sorprendan, ser mujer y no querer tener hijos es una respuesta completamente válida.
La semana pasada leí una columna escrita por Jennifer Aniston en la que decía que no estaba embarazada, pero si indignada por la intromisión de la prensa en su vida y en la vida de quienes la rodean. Nosotras no somos famosas, mi actrices que saltaron a la fama por participar en una sitcom aplaudida y recordada por las tres cuartas partes del mundo, pero nadie está libre de gente metiche, la misma a la que le encanta opinar, sugerir, y hasta decidir por uno. Más todavía si osas decir en voz alta y como la cosa más natural del mundo que no tienes, no quieres y no piensas tener hijos. La situación se pone peor si estás cómodamente instalada en la base 3.
Debo admitir que yo era de ese grupo de gente que se escandalizaba cuando una mujer en pleno uso de sus facultades me decía que no pensaba tener hijos. No lo comprendía, entendía perfectamente que la familia convencional papá - mamá - hijitos ya no es el único modelo aceptado y que las madres solteras pululan a diestra y siniestra, pero no me cuadraba el hecho de que una mujer no quisiera tener hijos. Hasta que crecí, conocí a estas personas y entendí que tienen sus razones, las cuales no deben importarle más que a ellas mismas, y esa decisión no es un arranque, es el resultado de reflexionar, desarrollar ideas, tantear planes y, por último, conocerse y reconocerse a si mismas.
Ese post no busca justificarlas, representarlas, alabarlas, menos ratificarlas, solo exponer el hecho de que hoy, en pleno siglo XXI las mujeres entendimos, por fin de que nuestro fin máximo en la vida no es procrearnos, por el contrario tenemos un abanico infinito de cosas por hacer y eso no nos hace tristes representantes de nuestro género, calificativo con el que cargamos por una fina cortesía de esta sociedad que se jacta de progresista, moderna y desarrollada, pero que le sobra gente que se quedó en la época de las cavernas.
Tampoco me quiero justificar y contarles que he decidido no tener hijos. Por el contrario, yo quiero ser mamá y en algún momento de mi vida lo seré, y no descarto la idea de convertirme en mamá soltera. Ese era mi plan hasta hace algunos años, en que en un arranque de romanticismo y optimismo pensé que sería bonito armar una familia convencional. Ahora, pisando tierra y pensando que no soy exigente, pero si bastante disconforme, retomo el plan, y si no lo ejecuto es porque no es el momento. Los hijos llegan cuando deben hacerlo, aunque a más de uno lo hayan tomado por sorpresa.
Cada vez somos más las mujeres que llegamos a la base 3 solas, solteras y sin apuro. Porque estábamos muy ocupadas estudiando, cambiando de trabajo, viajando, disfrutando de la vida; porque quisimos ponerle una pausa prolongada a la película tras los últimos 10 fiascos emocionales; porque nos gusta nuestra vida como está; porque sentimos que nos falta vivir una o varias cosas antes de emprender una nueva familia. Porque ya sabemos que llegamos a este mundo solas y completitas, y nos vamos tal cual, solas y completitas, a menos de que en el trayecto hayamos perdido algún órgano o extremidad.
La decisión de procrearnos o no, es nuestra, y no tiene la mínima validez la opinión de la vecina, la amiga o la abuelita, porque después de todo, ellas, o ellos, no van a ser los responsables de la crianza, educación, alimentación y cobertura de demás necesidades materiales y afectivas del niño que ellas desean que tú traigas al mundo. Menos se enfrentarán a los cambios físicos, emocionales, psicológicos y económicos, todos juntos, que vienen de la mano de un bebé.
Formar una familia convencional es otro cantar. En ese caso la decisión es de dos, la idea es planteada, debatida, evaluada, negociada y en adelante los caminos a seguir serán conversados entre dos, pensando en el bienestar de un tercero, de repente cuarto, quinto o cuantos más lleguen. Por eso, si se quiere planear una pareja en conjunto es necesario tener algunos aspectos determinantes en común, entre ellos la posibilidad de llamar a la cigüeña.
Abstenerse de la maternidad, pero no del matrimonio o la convivencia, es una opción tan válida, como asumir la vida con uno mismo y jamás cambiar de estado civil, o buscar la maternidad con o sin pareja. Cada quien elige su camino, cada quien arma su proyecto y lo ajusta a las circunstancias, cada quien diseña su hoja de ruta. Como dijo la misma Jennifer Aniston en la columna a la que hice referencia al inicio del post, cada uno tiene el poder de elegir su final feliz, y comieron perdices. Y ese final en la vida, es solo el indicio de que un nuevo capítulo está por abrirse, cada quien lo escribe, cada quien vive su propia historia.
Canción para escribir su propia historia... Porque con nuestros aciertos y desaciertos vamos señalando el camino, y lo hacemos mientras lo transitamos, lo demás aun no está escrito
La idea es ser feliz con las decisiones que se opten, así escandalicen a medio mundo y disfrutar de nuestra vida instante a instante, cada minuto
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