Al profe con cariño

Hay profesores y profesores. A todos nos debe haber tocado uno al que odiamos con todas nuestras fuerzas, y al que culpamos hasta la fecha por nuestra poca habilidad con alguna materia, y otros que le hacen honor al nombre y recordamos con cariño y algo de nostalgia. Por supuesto, como cualquier mortal, yo tengo de los dos tipos.


Como he contado, innumerables veces, desde chica yo tenía clara la carrera que quería seguir, y si bien alguna vez miré de reojo alguna otra profesión, estaba segura que fuera lo que fuera, mi carrera iba a ser de Letras. Obvio, yo me he considerado incapaz en los números, pero esto no fue siempre así. Es más, recuerdo que a los 9 años yo decía bien librada de culpas que mi curso favorito era Matemática. Pero todo dio un inesperado giro al llegar a quinto grado.

Es ley que en secundaria empieza la polidocencia. En primaria yo tenía tres profesores: la tutora, la monjita que nos enseñaba religión y la profesora de educación física. Pero en quinto de secundaria, para ir acostumbrándonos a los que se venía teníamos, además de estas tres profesoras, cuatro más. En ese grupo apareció una a la que llamaremos María loca, la profesora de Matemática. Esta mujer con cara de bruja hizo que odiara ese curso con todas las fuerzas de mi corazón. Era renegona, gritona, malhumorada, o sea la antítesis de la dulce maestra Jimena, de la novelita Carrusel, tan popular entre los niños de mi generación. Los problemas de matemática me provocaban urticaria, la cosa cambió un poco los dos primeros años de secundaria, pero el problema volvió en tercero con una profesora que no se sabía vestir, mucho menos educar, y los números y yo rompimos palitos para siempre.

¿En secundaria me gustó la matemática? Pues si, y valgan verdades en segundo era muy buena, a pesar de que sabía que mi vocación no iba por ahí. Y es que si María loca me había hecho tenerla pánico a las operaciones combinadas, raíces cuadradas y demás, otra profesora, la señora Carmen, creo todo un proceso de conciliación con una precepto muy interesante. Nos dijo, alguna vez, así no estudien nada relacionado con números, es importante que aprendan matemática, porque esto les va a permitir encontrar, en el futuro, no una, sino muchas salidas a un mismo problema. No se equivocó, y su paciente trabajo se vino abajo cuando conocí a la otra profe huachafa mencionada líneas arriba, la cual necesitaba urgente leer una revista vanidades y mejorar su look. 


En el micro universo llamado universidad, también tuve todo tipo de profesores, muy buenos en su mayoría. Uno en especial que vale la pena mencionar, Carlos Bejarano. Él fue mi profesor de periodismo radial, curso que llevé después de haber trabajado en ese campo por 10 meses, o sea algo sabía. Y si bien no aprendí mucho de hacer guiones, escribir notas para radio y entonar, ya que tenía práctica, cada semana descubría alguna razón nueva para tener una actitud más positiva. Recuerdo una clase, que coincidió con el día de la primavera, un 23 de septiembre. Carlitos llegó al salón e hizo un dibujo medio abstracto en la pizarra, era un hombre sobre una hamaca, e hizo referencia a un capítulo de Los Años Maravillosos, en que a Kevin todo le salió mal, y al final en una hamaca, el narrador decía que,a la larga estaba en los mejores años de su vida.

Carlitos nos dijo, ustedes están sobre la hamaca. Mírense, contaba, son jóvenes, estudian en una de las mejores universidades del país, tienen salud, encima hoy es primavera, aprovechen este momento. Caí en cuenta de que tenía razón, y de que me sobraban las razones para sentirme feliz y agradecida, y sacar a la luz mi vena creativa para los ejercicios que vinieran en el futuro, los cuales eran bastante disparatados. Escribí una romántica historia de amor entre una carpa y un cooler, y para hacerlo mas hilarante e increíble, lo conté a manera de locutora que leía la carta de alguna oyente. Semanas después escribí una auto crítica en la que confesé que cada vez que trataba de ponerme a regimen, el proyecto fallaba porque mi fuerza de voluntad brillaba por su ausencia, La situación hoy en día no ha cambiado en los más mínimo.

La opuesta a este gran maestro, era la tarada de Leiva, una mujer realmente insoportable que me demostró que las brujas existen, pero al igual que a las ratas, si las ignoras no te hacen nada, y si te lo quieren hacer las ignoras con más ganas. No seré la clon de Isabel Allende, o la hija no reconocida de García Márquez, sin embargo tengo mi estilo para escribir, o hago el intento y eso es lo que vale.



Una mención aparte merecen mis amigas profesoras, dos de ellas, fieles lectoras de este pequeño espacio, motivo perfecto para confesarles cuanto las admiro, porque formar a quienes revolucionarán el mundo, y de hecho ya lo hacen desde ahora, no es un trabajo fácil, pero ellas les ponen pasión y ahínco, o sea le hacen honor al título y nos hacen ver con un poco más de esperanza el futuro.

Igual a los profesores que he conocido en el Británico, todos a excepción de una vieja que ya debería jubilarse, una bruja insoportable, a la cual le guardo tanto cariño como a un cólico, y un profesor mal vestido, insisto que los polos de cuello se usan con jeans, no con pantalones de vestir,son grandes personas, a las que les sobra la paciencia y son conscientes de que prestan un servicio, así sea tedioso explicar las reglas gramaticales, el past perfect, future and present simple diez mil veces. Algunos alumnos somos algo tabas.

A todos los profesores que caigan por acá les hago llegar mi saludo, mi felicitación, mi respeto y mi más sincera admiración. Envío un beso hasta el cielo a la señorita Sofía, que tiene bastante responsabilidad de que escriba sin cansancio, y me escandalice con los horrores ortográficos que a veces se me escapan, nadie es perfecto.

Canción para recordar a mis profes... Esta canción no tiene mucho que ver con el post, pero cada vez que escucho a Paralamas do Sucesso me acuerdo del colegio y de aquellos años en que las matemáticas y yo estábamos tratando de aceptarnos. El tiempo y la mal vestida nos separaron para siempre



Y esta canción me hace recordar mis primeros años de universidad, el corre corre, los trabajos interminables, mi patota del salón de cachimbos y, por supuesto, a los profes de estudios generales. Canciones como esta, hicieron más llevaderos esos tiempos intranquilos




Comentarios

Entradas populares de este blog

Tumba la fiesta

Solteronas y solteros codiciados

Lo que callan los hombres