Principio de Coherencia

Hace muchos años la hija perdida de Hitler con hábito (léase alguna monja renegona de mi ex colegio) nos habló sobre la coherencia. Mientras ella hablaba yo solo pensaba dos cosas: a qué hora me voy a mi casa y qué cara de palo puede ser esta mujer, ella hizo votos de pobreza pero no es capaz de reparar en las razones por las que un padre de familia puede haberse retrasado un poco en el pago de una pensión (que dicho sea de paso no justificaba el bajo nivel del colegio). Sin embargo, algo entendí y no justifico a la nazi con hábito, pero es difícil ser coherente.

La RAE define Coherencia como actitud lógica y consecuente con una posición anterior. En buen cristiano, hacer lo que se dice, actuar según lo que se cree, tener principios y obrar según estos, irse a dormir con la conciencia tranquila de que se hizo no lo más fácil, pero si lo que uno proclamó. Porque claro, es bien fácil hablar, pero recontra complicado hacerlo, y pasa en todos lados.
Es difícil ser coherente cuando en una fase recontra romántica, algo cursi y muy irreal pones en tu Facebook, Twitter, perfil de Skype y cuanta red social puedes esta frase "amar es encontrar en la felicidad del otro, la felicidad propia". Y mientras cuelgas un cuadrito con esa frase en la cabecera de tu cama piensas por un instante en que en algún momento tu no serás la felicidad de ese otro. Das rienda suelta a  tu cabecita loca y lo imaginas con otra, con una reverenda hija de su mamá sin que sepa su papá, y en esa escena solo deseas una cosa, que la fulana esa le saque la vuelta y que él sufra lo que tu sufriste tras su flagrante abandono. Así ella sea su felicidad, así él esté tranquilo y viviendo su propia novelita romántica. Al demonio el amor, la felicidad y la coherencia.
Si algún día él, a quien tanto quieres, es feliz al lado de otra sólo deseas con todas tus fuerzas dedicarle esa canción "qué pena me da mirarte cuando te miro". Y de ponerlo triste se encargará la otra.
Acaba de empezar un nuevo año y tu amiga tiene el firme propósito de no ser tan despilfarradora, de ahorrar, es más la acompañas a comprar su alcancía en forma de Pequeño Pony, Pikachú, Timoteo o algún otro animalito fantasioso apachurrable y la felicitas porque ahorro es progreso, porque hay que guardar pan para mayo, porque siempre es bueno tener un fondo de emergencias. Y justo mientras le dices eso con tono maternal y caminan con la alcancia bajo el brazo, pasan por una tienda. Volteas y tus ojos ven en el escaparate un vestido ligero, ideal para la temporada, que ¡oh casualidad! se vería genial con esas sandalias que te regalaste por navidad y que te costaron un sueldo completo.
Qué ahorro, ni qué pan para mayo, ni qué emergencias. Entras corriendo a la tienda, buscas el vestido, el color perfecto y ni si quiera te lo pruebas porque esa es tu talla y a ti todo te queda bien, Y mientras lo pagas feliz de la vida tu amiga te mira y antes de que te recrimine le dices que la vida hay que vivirla, y el sueldo hay que gastarlo.


El espíritu jo jo jo, Merry Christmas aún está en el aire y tu eres una feliz asistente de Papá Noel, casi casi la duendecita del mes y compras regalos para tu papá, tu mamá, tu abuelita, tus hermanos, tu vecina, la hija del señor que vive a la vuelta, los hijos del panadero, en fin a todo el mundo. Y por supuesto, le compras un regalo a él, porque total es tu amigo (con o sin derechos eso ya lo dejo a  tu criterio) y te vas a esmerar en quedar demasiado bien. Te paseas por cuanta tienda aparece a tu paso buscando el regalo perfecto, una vez que lo encuentras no te importa pasarte por varios ceros del presupuesto pactado, lo envuelves con esmero y se lo entregas. Él se siente mal porque no te compró ni un caramelito y tu le dices no te preocupes porque uno da sin esperar recibir nada a cambio.

Pasan un par de semanas y él te llama. Tu te entusiasmas y te pide que lo acompañes a comprar un regalo. Se dobla tu emoción y piensas que ese será un obsequio para ti que tan considerada lo incluiste en tu lista de regalos de navidad. Pero no, él te devuelve a la realidad de una cachetada cuando te dice que se viene el cumpleaños de una amiga, la misma que no le regaló ni un chicle por fiestas, y quiere comprarle algo lindo. 

Montas en cólera, que dar sin recibir, ni nada de eso, tu te esmeraste y sólo recibiste un gracias. ¿Tus paseos a las tiendas, tus malabares con el papel de regalo, tus horas de horas invertidas en la búsqueda y tus pies hinchados merecen sólo un gracias?  Lo mandas a volar, porque como es hombre no capta que ese "no te preocupes, es sólo un detallito" equivale en el lenguaje femenino a recuérdalo cuando cobres tu quincena, detalle con detalle se paga. Pero detalle para mi, no para esa amiguita a la que le tienes ganas, no creas que no me doy cuenta.


La sociedad no se cansa de chancarnos con eso de que lo que vale es lo interior (si, tal como lo dice la publicidad de un agua de mesa), de que una cara bonita y un cuerpo perfecto sólo dura 10, 15 o 20 años, pero un alma noble dura una eternidad, y nos subimos al coche y proclamamos lo mismo, que lo que vale es el interior, los sentimientos, la inteligencia, el sentido del humor de una persona. La pinta es lo de menos. Pero cuando de elegir pareja se trata, nos olvidamos de eso ¿o no? Si el pata que se nos acerca en el bar, café o discoteca está en algodón (o el trago nos hace creer que es así) aceptamos una copa o un café sin pensarlo tanto, pero si no pasa nada, vemos que se mueve hacia nosotras y nos escabullimos entre la multitud.
O con nosotras mismas, que nos pasamos horas de horas eligiendo la mejor foto cuando se nos ocurre cambiar el perfil del fb. Y aunque sabemos que las primeras impresiones no son siempre las correctas, nos dejamos llevar por lo general. Decimos que lo importante es lo interior, pero creemos firmemente, y en secreto, que todo entra por los ojos.
Y así como estas situaciones hay miles más en las que decimos una cosa y a la hora de la hora hacemos otra, totalmente opuesta, y decepcionamos a todos, incluso a nosotros mismos. Es bien fácil hablar, es bien fácil aconsejar, es más fácil todavía criticar, pero el mundo da muchas vueltas y en algunos casos, muchos, hay que vivir (y sufrir) para contarla.

Canción para tratar de ser coherentes... Ese puede ser nuestro propósito para el 2014, hacer lo que se dice, pero nunca falta alguna idea insensata que nos doblega. Dejarnos llevar por una tontería atenta contra cualquier principio de buena voluntad


Esta canción no tiene absolutamente nada que ver con el tema, pero realmente es pegajosa. Hace algunos años al enterarme que esta rubiecita nos iba a representar en Viña del Mar dije ¿a quién se le ocurrió tan fatal idea? Semanas después me mordí la lengua, porque la cancion quedó entre los tres primeros lugares y no me la pude quitar de la cabeza, por lo que atormenté a todos con la tonadita por un mes. A veces mi corazón también queda así, destrozado y sin control





Comentarios

Entradas populares de este blog

Tumba la fiesta

El retorno de la duendecita

Solteronas y solteros codiciados