Mi cuerpo, mi decisión

Mientras el 90 por ciento del mundo tiene los ojos puestos en Rusia, ajustando sus horarios para no perderse el próximo partido, y revisando su fixture, una pequeña cantidad de personas volteamos la mirada hacia Argentina. ¿El motivo? La cámara de Diputados aprobó el proyecto del aborto legal, y ahora está en manos del Senado. Algunos aplauden la noticia, otros se horrorizan, y dicen que no es un asunto de religión, sino de derechos humanos y sentido común. Yo me ubico en el primer grupo, como es de esperarse.


De un tiempo a esta parte la palabra género causa escándalo en el Perú. Se han hecho marchas en su contra, muchas autoridades se escandalizan, y algunos fanáticos al escucharla se sienten ofendidos, decir género equivale a soltar, alegremente alguna grosería. Y mientras hay quienes se jalan los pelos, se quedan sin voz diciendo que defienden la vida y rezan por las almas podridas de quienes exigimos se incluye el enfoque de género en la currícula escolar, siguen atacando mujeres, quemándonos, faltándonos el respeto, matándonos, violándonos. 

El Perú es un país inseguro para todas las mujeres, y todas somos víctimas. ¿Victimas de que? Del machismo, de la idea de que el hombre es superior a nosotras, de que merecen ser tratados como reyes, de que ellos son inocentes y ese golpe lo provocamos, de la creencia de que necesitamos a un hombre al costado para ser validadas y respetadas, de que quienes deben evitar embarazos no deseados somos solo nosotras. Entonces, mientras las autoridades se rompen la cabeza, armando un plan de emergencia para frenar los feminicidios y la violencia dóméstica, siguen atacando a mujeres y, lo que es peor, a niñas.

El problema está bien lejos de solucionarse, y se suma otro, las mujeres, niñas, adolescentes o adultas, que quedan embarazadas producto de una violación. Mientras algunos cristianos, católicos, evangélicos, o de la fe que profesen, señalan que un embarazo es una bendición, y un niño por venir debe ser producto de una alegría, la víctima se siente violentada, y así será durante los próximos meses en los que crece en su vientre una criatura que no quiere, ni desea, ni buscó, y que, por supuesto no va a conservar. Lo abandonará en un albergue o lo dará en adopción, en el mejor de los casos, o puede que lo regale a una pareja de tratantes, lo venda, o lo que sea, menos tenerlo, porque le va a recordar cada instante el daño que sufrió. 

Una solución, juiciosa y viable es legalizar el aborto, solo en casos de violación, si es que la víctima lo desea y durante las 12 primeras semanas. Porque un embarazo producto de una violación, no es una bendición, es violencia, la cual es incrementada a la enésima potencia, si se obliga a esa mujer a llevarlo a término. Ella puede optar por abortar de manera clandestina, poniendo en riesgo su vida, esa vida que al Estado, a la iglesia y a los venerables participantes de la Marcha por la vida, no les interesa, caso contrario, hace rato se estaría discutiendo de manera abierta el proyecto de ley para legalizar el aborto en casos de violación, proyecto que duerme al costadito del proyecto de unión civil.


Hay miles de argumentos a favor y en contra, que un embrión es un ser vivo, que no lo es; que el aborto no es la solución, que al menos ayuda a la víctima a superar el trauma; que interrumpir un embarazo pone en riesgo la vida de la madre, que no si lo hace antes de la semana 12; que puede darlo en adopción, que el proceso es eterno y podría caer en manos a traficantes de menores; que echa la ley, echa la trampa, que necesitamos un control milimétrico para poner en marcha el proceso. 

Aunque mi posición está sentada hace mucho tiempo, he abierto mi mente y he leído, sin sarcasmo y con toda la seriedad que requiere el caso, cada argumento que ha caído en mis manos, y me he convencido de que el aborto terapéutico en casos de violación debe considerarse, reevaluarse y discutirse abiertamente. ¿Aprobar dicha ley es no respetar la vida humana? No señores,arrancarle a una niña la posibilidad de serlo, torturar a una mujer llevando en su vientre la consecuencia de un delito, abandonar a un niño no deseado a su suerte, esa es una falta de respeto, es atentar contra los derechos humanos, y es una realidad que necesita atenderse.

Por eso no debemos ni postergarlo, ni hacernos los locos. Lo que sucede en Argentina debe ser visto como una oportunidad para discutirlo aquí, por lo menos, y sin miedo, sin censura, sin medias verdades o medias mentiras, llamando a las cosas por su nombre, compartiendo la información con los niños y los grandes. Las mujeres que quedaron embarazadas víctimas de una violación no pudieron hacer respetar su cuerpo, respetemos por lo menos su decisión de abortar o llevar a término su embarazo, porque obligar es violencia.

Canción para abrir la mente... Difícil ilustrar este post con una canción. Pensando y pensando, recordé que na vez Beto Cuevas dijo que una mujer que estaba en la disyuntiva de abortar o no escuchó esta canción de La ley y llegó a una conclusión. Esa es la idea, que la despenalización del aborto en caso de violación se presente como una alternativa, no como una obligación. Si o no, eso solo lo puede decidir la víctima






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