El secreto de Li

Li y yo nos conocimos hace muchos años en la universidad. Digamos que hicimos click casi instantáneamente, por lo que  me adoptó como su hermana mayor. título que acepté con el mayor de los gustos. Li y yo odiábamos a la profe, por lo que rajábamos de ella después de clases a más no poder, desde su falta de tino, hasta lo mal que se vestía, cualquier cosa era válida si de destruirla se trataba. Un día Li me contó un secreto.


Como les decía Li y yo nos hicimos amigas casi al acto, y a manera de hacer catarsis después de la clase con la bruja que teníamos por profesora, nos tomábamos un café de máquina, conversábamos y luego ella regresaba a clase y yo volaba a mis prácticas. Un día me dijo que ella me veía como la hermana mayor de la clase, porque era la que se enfrentaba a la profe, la que siempre le daba consuelo, la que siempre le atendía el teléfono, la que siempre daba su opinión sin importar lo que pensaba la mayoría. Me contó también que ella no era la única que pensaba así.

Entre café y café nos conocimos más, y sin querer yo hice dos comentarios que hicieron que ella se armara de valor y me contara un secreto que a mi no se me pasaba ni de broma por la cabeza. Primero le hablé de mi amor por la radio, lo mucho que me gustaba y las ganas de que reabran las convocatorias para volver a presentar mi proyecto. Ella me dijo que sería bueno hacer, desde los medios que tenía la universidad, algo que atienda a los problemas que tiene la gente y que no se cuentan en voz alta. Pensé que si, que sería una buena idea, pero que eso merecía una producción más grande.

Luego un día le conté que me sentiría mejor con varios kilos menos. Li, muy linda, me contó que nada que ver, que así estaba bien y que si fuera más flaca, tuviera el pelo desordenado y me vistiera con pantalones rasgados y camisetas desteñidas dejaría de ser yo. O sea, esta chiquita, un par de añitos menor que yo, me estaba enunciando un precepto de vida, acéptate como eres, y si a alguien no le gustas, mala suerte para él o ella. Ese mismo día Li me contó un secreto, ella es bulímica.


Lo digo en presente porque, aunque Li estaba superando su problema, la bulimia, al igual que la anorexia y demás desórdenes alimenticios y emocionales, que tienen mucho que ver con la autoestima y lo importante que es la percepción que los demás tienen de nosotros, no se curan nunca, se controlan, y para eso se necesita, primero aceptar que hay un problema y dosis inmoderadas de amor y paciencia. Li me contó de que su principal apoyo era su mamá, y gracias a ella ya llevaba cerca de un año estable.

Conversando me contó que, tal como lo dicen todos los psicólogos que opinan sobre el tema, el primer paso para enfrentar el desorden es asumir que es un problema y que el espejo no es un reflejo fiel, sobre todo cuando tu mente está trastocada por lo que los demás dicen de ti. Li confirmó algunos de mis argumentos, por ejemplo que los desordenes alimenticios nacen de la necesidad de cumplir las expectativas de los demás, de buscar esa perfección que no existe, de cumplir con las expectativas físicas de un pata que de guapo no tiene ni el dedo meñique.

Imagino que al igual que muchos de ustedes, yo he visto películas y series, he leído artículos y he escuchado un montón de casos de personas que sufren de algún desorden alimenticio, de lo mucho que sufre la persona afectada y su círculo cercano, de las desastrosas consecuencias, sin embrago escucharlo en vivo y en directo, de una persona cercana a ti, que te lo cuenta porque sabe que hay más gente que padece lo que ella y necesita orientación, y encima es una persona que quieres, es otro cantar.

Estamos tan inmersos en el mundo de la imagen que nos sentimos felices y satisfechas cuando una persona nos dice "has bajado de peso ¿no?". Ese es el mejor halago que nos pueden hacer. Y es frustrante cuando te matas de hambre, haces ejercicio compulsivamente y no ves resultados, por eso nos vamos a los extremos, por eso seguimos perforando nuestro esófago al vomitar, por eso hacemos de la lechuga y el agua nuestro menú diario, por eso odiamos vernos en el espejo que refleja lo que tenemos en la cabeza y no la realidad. Y eso parte de pasar por algo un principio que va mas allá de la autoestima, o la obsesión, no tomamos en cuenta de que debemos cuidarnos, porque nadie lo hará por nosotros. Solas vinimos, solas debemos defendernos, solas debemos aceptarnos.


En un mundo perfecto, encontraríamos una persona maravillosa, que nos ama con virtudes, defectos, kilos de más, curvas de menos y todo, y es más hay montones de parejas que dan fe de ello. Pero este mundo en el que vivimos es un mundo real en el que no hay garantías de que esa persona que te cuida aparecerá de buenas a primeras, de repente aprenderá con el tiempo a cuidarte y valorarte, y en ese proceso, cuidarte depende solo y exclusivamente de ti. Proteger tu corazón, tu cuerpo, tu cabeza, cada milímetro de tu piel, y hacer un escudo que te proteja de tanto inepto que abunda en el universo es tu chamba. No es fácil, pero una vez que lo haces rutina, te das cuenta que solo se trata de andar alerta, no creer en todo lo que se escucha y no tomar tan en cuenta lo que los demás opinan, a veces lo hacen sin fundamento, tan simple como eso.

Hoy en día, Li tiene un blog fashionista, espacio que ha utilizado para contar su caso y orientar a todas las chicas que le siguen para que asuman y enfrenten su problema, Su consejo es simple, al verse en el espejo rescaten todo lo hermoso que tienen, créanselo, para que los demás lo hagan y no olviden salir de casa todos los días con su mejor accesorio, una sonrisa sincera, honesta, demoledora, eso basta para brillar, impresionar y arrasar con lo que se ponga en frente.

Canción para recordar a Li... Aunque ella y yo no nos frecuentamos tanto como en los años universitarios, el cariño que le guardo a Li sigue intacto, así como los recuerdos de esos años en que tenía mucho por hacer, pero siempre encontraba tiempo para compartir con ella un café de máquina y escuchar alguna buena canción



A pesar de que la profe del curso en el que coincidimos Li y yo era una bruja, algunos de los trabajos que nos encargaba eran divertidos. Fue así que cierta vez terminé comiendo carapulcra en una fiesta patronal, preguntándole a una señora que vendía chanfainita cerca del Mercado Central cual era el secreto de su éxito y bailando con toda la mancha del salón esta canción en una disctoteca de Los Olivos, si bien bonito era hacer la tarea










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