¿Perfecta? No, sólo feliz
Hace unos días escuchaba a una coach hablar sobre el perdón y decía que el primer paso para lograr vivir en equilibrio es perdonarnos a nosotras mismas. Perdonar ese error, ese tropezón, ese auto cabe, esa perfección que no alcanzamos, creyéndonos las súper mujeres que ya somos, pero siempre perdemos en el intento de ser más. No es que no podamos llegar más allá de donde estamos, ni de no superarnos al llegar a una zona de confort. Es que habiendo superado mil barreras, aún no nos la creemos y nos asustamos, y nos minimizamos y nos flagelamos, sin ver toda la fortaleza que tenemos y sabemos sacar a relucir porque somos mujeres, y encima peruanas, señoras y soberanas del reino de la creatividad, el país de las ideas, de las mujeres que se las ingenian y se superan contra todo, contra los hombres que nos miran con recelo, contra otras mujeres que tampoco se la creen. Mientras escuchaba a la coach, que recalcaba que las mujeres no nos perdonamos el no ser perfectas, recordaba