Dime la verdad
Dicen que no hay muerto malo, y lo dicen con razón. Cuando una persona muere, se enumeran todas sus virtudes y bondades, y si no las tuvo se le inventan, hasta el más maldito de todos, algo positivo tenía, y eso se exagera para pintarlo como un santo que se va a ir derechito al cielo, pero ¿cuántas veces se le dice a una persona viva, en su cara pelada, todas esas cosas buenas que tiene? Picona como soy me cuesta admitir mis errores, los asumo si, pero me cuesta escucharlos de la boca de otra persona. Por el contrario, me gusta cuando la gente que me rodea, reconoce esas cosas buenas que de hecho tengo, y más todavía si lo dicen en voz alta. Mas que gustarme, me emociona, y hasta el lagrimeo, ya que soy una llorona consumada, y no sé si eso es bueno o malo, pero lo admito con orgullo. He tenido la suerte de escuchar no una, sino varias veces, esas cosas buenas que tengo y que me hacen ser quien soy. Era setiembre de 1996, estaba de retiro con las chicas del colegio. Si