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Mostrando entradas de agosto, 2016

El momento perfecto

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Si ya hemos dicho hasta el cansancio que la perfección no existe, entonces el nombre de este post nos debería descuadrar. Bueno, yo sigo creyendo que la perfección no existe, porque considero que una situación perfecta es una suma de factores, personas, coincidencias, palabras, momentos. Difícil, por no decir imposible que todo coincida, pero estos elementos aislados si existen, estos son algunos momentos en los que respiré y dije, este es el escenario perfecto. 30 de Octubre del 2004.- Pasaba por un buen momento. Había regresado a la universidad y me gustaba esa onda intelectualona, cada día me enamoraba más de mi carrera, y cada fin de semana me encandilaba por alguna banda local en los conciertos a los que solía ir, o alguna canción de moda escuchada y bailada por mi mejor amiga de colegio y yo en la fiesta del último sábado. Por ejemplo, cierto sábado por la noche, cuando ella y un amigo suyo, a quien había conocido meses antes, me invitaron a una fiesta de su facultad. Yo

Ni contigo, ni sin ti

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Cuando no estás conmigo las horas son mas largas, decían las Pandora en una canción tan antigua como cursi, y algo insufrible también. Si, cuando uno está con otra persona, sobre todo cuando inicia una relación queremos hacerlo todo juntos, de la mano, sin despegarse, pero llega un momento en que necesitamos algo de aire, así extrañemos irremediablemente al otro. Al empezar una relación con una persona, enlistamos todas las cosas que podemos hacer juntos, según la afinidad de ambos. Entonces se nos abren un abanico de oportunidades: ir al cine, teatro o algún concierto; salir a caminar, de paseo o de viaje, al campo, la playa o algún país que con las justas aparece en el mapamundi; hacer ejercicio, ir al gimnasio o a trotar cada mañana; cantar hasta destrozar tímpanos ajenos en un karaoke, bailar toda la noche y la madrugada o beber y hablar solo porque si. Nos damos cuenta que planear salidas de a dos es entretenido, y por más bonita que sea la situación, no es ajena a es

Un día de estos

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Medio en serio, medio en broma, una vez te dije que no quería cruzarme contigo al volante. Te reíste, como siempre hacías, y me aseguraste de que ya manejabas mejor. Te seguí la cuerda, y nunca te dije que no quería verte al menos por un buen tiempo, y de la mano de ella, menos.  Digamos que la vida me ha cumplido el deseo. Nunca nos hemos cruzado. Sabemos en que anda el uno y el otro, de vez en cuando recibo un guiño coqueto, espontáneo, sincero. Ya no me emociona, tampoco me sonroja, pero si me arranca una sonrisa, siempre he confesado sin roche de que me haces reír, tu sentido del humor era lo que más me gustaba de ti, y es lo que ahora admiro. Como soy terca, me reto a mi misma, y de paso tiento al diablo y paseo, por puro gusto o por casualidad, por donde andas. Es más, una vez me dí el lujo de hacer compras navideñas de último minuto en un centro comercial que queda a un paso de tu casa. Incluso me tomé un café, y nunca nos cruzamos. Tuve mucha suerte aquella mañana.

Ni una más, ni una menos

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Las cifras de feminicidio y de violencia doméstica, lejos de disminuir, van en aumento alarmantemente. Por un lado, las mujeres que han tratado de denunciar a sus agresores, viven un calvario. Por otra parte, están todas esas víctimas que lo son porque se les da la gana, porque ponen la denuncia y luego la retiran, porque dicen que no saben que hacer, porque tienen la disparatada idea de darles un hogar a sus hijos, espectadores de primera fila de la violencia que se vive entre las cuatro paredes de una casa. Ellas más que víctimas, son sus propias agresoras. La violencia es un círculo que se rompe cuando rompes el silencio. Pero también cuando rompes el miedo, la incertidumbre y la estúpida idea de que somos el sexo débil. Y es que somos bien relajadas y lengua suelta cuando de despotricar contra los hombres entre nuestras amigas se trata. nos nos cansamos de repetir que los hombres no dan a luz porque no soportarían el dolor, que creemos en la superioridad de las mujeres, qu