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Mostrando entradas de agosto, 2015

¿Qué le viste?

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Esa pregunta me la han hecho un montón de veces, y seguro que a ustedes también. Es la típica de la amiga que lo vio por primera vez y recordó una película de terror o de esa persona que te quiere sacar de la depre post ruptura, tratando de hacerte sentir mejor y, de paso, descubrir que pasó por tu cabeza en el momento en que te templaste del que en adelante será nombrado "susodicho".   No hay respuesta, o tal vez hayan muchas, pero no las decimos porque o se nos olvidan, o serán refutadas al acto, o solo las podemos entender nosotras. Después de todo, nosotras somos la que conocimos a la perfección a esa persona (o eso creíamos), las que compartimos momentos importantes o ahí nomás, la cosa era estar juntos, y finalmente la que se templó y ahora anda con cara de velorio. Como un plus, aunque parezca raro, extrañamos esos pros, así parezcan contras.   Vivir para contarla, aterricemos en mi caso. Varias veces me han hecho esa pregunta, porque bastaba ver la foto de

Dulce como Candy

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No, no me refiero a las chicas Candy, que son la célebre canción de Plan B andantes. Tampoco hablo de las señoras y señoritas de farándula que se hicieron conocidas por chapar con uno y otro, mientras más chibolo mejor, y volvieron el nombre en adjetivo. Me refiero a la Candy que vi en la televisión, y con la que sufrí, hasta que un día me di cuenta de la realidad. Candy es una tarada.   Las chicas (y algunos chicos también) de base dos y medio a más deben saber a qué me refiero cuando hablo del anime Candy, o si escuchan el estribillo "si me buscas, tú a mi". Y si, Candy era un célebre anime para niñas, es más era una telellorona en dibujos animados. Candy era huérfana, la separaban de su mejor amiga, la adoptaba una familia adinerada, se enamoraba, el chico moría en un fatídico accidente de caballo, luego ella viajaba, se enamoraba de un rebelde sin causa (los preferimos malos, ¿o no?), y finalmente se separaba de él, pero con la garantía de que se iba a ir derechit

Con ánimo de amar

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Hace rato quiero enamorarme. Enamorarme, no ilusionarme. Hace mucho escuché y hablé de que las personas más que extrañar el tener pareja, extrañan la persona en la que se convierten cuando se enamoran. Yo extraño estar enamorada, si, y también extraño ciertas cosas que se pueden hacer de a dos. Estoy con ánimo de amar porque extraño las manos del Eterno, entrelazándose con las mías. Ese fue el primer gesto que acelero mi corazón y que confirmó lo que yo hacía rato sospechaba, yo le gustaba al Eterno, tal vez tanto, como él me gustaba a mi. Era mutuo, era correspondido, era inocente, era ilusión pura, Siempre a escondidas, siempre disimuladamente, siempre sin querer, pero bien que quería, porque entrelazar mis dedos con los suyos era la muestra de que había cariño, o eso, que a los 12 años yo llamaba amor. Estoy con ánimo de amar porque extraño esas canciones cien por ciento miel que el Intermedio me dedicaba, y yo le dedicaba a él. Fueron muchísimas, fueron las que estaban

Con el corazón y con la cabeza

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"Uno tiene que enamorarse con la cabeza, no solo con el corazón" me dijo una persona tras una ruptura sentimental hace muchos años. Yo no le presté mucha atención, porque esa relación fue pasajera y nada relevante. Sin embargo, el consejo no me pareció tan inoportuno, ¿será que el amor mientras más racional mejor? Mi romance con Barney fue peculiar. Lo vi, me gustó, él me vio, le gusté y listo, ya éramos enamorados. Fue mi romance adolescente a destiempo, como otras tantas cosas me han pasado en un momento que no era el preciso. En el mundo de juguete en el que trabajábamos éramos la pareja que daba la hora, todos nos veían y sonreían, éramos la ilusión andante. Precisamente esa ilusión paralizó a mi razón cuando esta osó hacerme una pregunta pertinente, ¿no será que estas yendo muy rápido? Meses después, tras la apabullante e inesperada ruptura, mi razón sentenció el siempre odioso "te lo dije". Pasado eso, yo seguí corriendo de aquí para allá, tantean