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Mostrando entradas de enero, 2015

Tira y afloja

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En esta época en que el diccionario de las relaciones se ha modificado y existen términos como fluyentes, salientes, amigos cariñosos y por supuesto, el tire, es bueno tomar precauciones e identifcar en que grupo estamos, siempre tomando como premisa que no se sufre por las puras y solo los tontos se equivocan, o enamoran ciegamente, dos veces. Si estas, en la última etiqueta señalada líneas arriba, o sea el tire, no te sientas mal, ni te des de latigazos, ni empieces a lamentar tu suerte. Tampoco te pavonees y empieces a proclamarlo orgullosísima y voz en cuello, o sea, no es que sea lo más cool y maravilloso del mundo. Si, yo sé que nadie es quien para juzgar, lastimosamente no todos comparten este franco punto de vista, sobre todo en una ciudad doble moral y conservadora (o al menos en apariencia) como es Lima. Tú sabes que eres el tire, la tienes clara, no tienes problema en aceptarlo a solas frente a tu espejo, o con un círculo muy reducido de amistades ultra cercanas

Malogrando se aprende

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Este es un principio universal. hay que tropezarse, caerse, echar a perder, malograrla, fregarla con ganas para aprender y no volver a, o tratar al menos de, cometer esos errores que arruinaron algo que prometía. Lastimosamente a veces solo nos quedamos en el intento. Ya sabemos que errar es de humanos, pero cometer el mismo error dos veces de tontos. Por eso tratamos de rescatar las lecciones de todas las situaciones que enfrentamos, desde las más banales, hasta las más trascendentales, las cosas siempre pasan por alguna refundida razón, a veces simplemente suceden para enseñarnos algo que a la buena no hemos aprendido, porque nunca se nos dio la lección o no quisimos hacer caso. He escuchado a varias personas decir que ese es un principio que rige mayoritariamente a los hombres. Así como les gusta el maltrato, ellos tienen que meter la pata e insistir en su error una y otra vez haciéndonos añicos el corazón, para finalmente darse cuenta de que eso no se hace y nunca más

Quiero traer...

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Empezó un nuevo año. Tras el alboroto de fiestas, todo vuelve a la normalidad, a la rutina, a lo de siempre, pero con nuevas metas, con las esperanzas renovadas, con un cuaderno que está en blanco, que está lleno de expectativas, de retos por cumplir, de sorpresas por encontrar, de proyectos que están en nuestra cabeza. Y de cosas que queremos traer, porque nos hacen bien. Quiero traer a este 2015 el despertador sonando a las 5:30 am o antes. Mi cara de sueño, mientras pienso que o me despierto o me despierto, y salgo de la cama buscando el interruptor para encender la luz y acto seguido la radio, al volumen que se me de la gana, porque no despierto a nadie (excepto a Alonso una vez cada 28 días). Quiero traer la rutina aprendida de memoria, la ducha, el closet, el MP4 encendido, las escaleras de caracol, Torre Tagle y Paseo Los Andes, la nueva lección de inglés, el regreso por las mismas calles, el desayuno, la radio encendida para mi abuela, la lap top para mi, las redes soc

Justo en el momento

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Hemos hablado de las vueltas de la vida, los giros de tuerca, esos instantes en que todo cambia, puede que para bien, pero también puede que para mal. Todo ocurre cuando menos lo esperas y deja una gran lección, nada está decisivo hasta que alguien muy superior diga lo contrario. Hace muchos años, un viernes, estaba en casa pensando lo afortunada que era. Había tenido una inspiradora clase de periodismo radial. Esas sesiones empezaban con alguna moraleja que nos levantaba la moral y sin querer nos hacía dejar de lado el miedo al micrófono. Aquella vez, el profesor  empezó su case con la teoría de la hamaca. Nos contó cierto capítulo de "Los Años Maravillosos" en el cual Kevin Arnold, sobre una hamaca, imaginaba que iba a ser un trágico verano el que se aproximaba pues su amigo se iba de la ciudad y su amor platónico le había dicho siempre no, muchas gracias. Sin embargo, el protagonista, que era la voz en off que narraba sus recuerdos, llegaba a la conclusión,