Nuestra larga historia
Aunque está claro como el agua que el nosotros solo se conjuga en tiempo pasado, y no se si perfecto o pluscuamperfecto, a veces, sin querer me encuentro con una máquina del tiempo y se me da por verla funcionar y recordar esos episodios que compartimos, y que contra todo pronóstico, me hacen sonreir. Recuerdo los primeros guiños coquetos. Tu esfuerzo por llamar mi atención. Lo mucho que me fastidiaba que lo hicieras delante de todos. Como me sonrojaba. Lo feliz que me hacía saber que te vería pronto. El tiempo y las circunstancias, que en ese entonces conspiraban a nuestro favor. Tus excusas para que nos encontráramos. Tus ojos sobre mi. Mi vena parlanchina naciendo frente a ti. Mis comentarios irreales, pero sinceros. Tus indirectas, las mismas que entendía a destiempo. Esa tarde tibia de mayo. Tus dedos entrelazados con los míos. Mi corazón tan acelerado que creí que se saldría del pecho. Tiempo después la escena se calcó. Fue una tarde de setiembre. Tu ingenio para est