También es violencia
Hace algunos años, la periodista Maribel Ocampo cuestionaba porque las mujeres, sobre todo las figuras públicas, tienen que verse bien, llámese tener un peso siempre por debajo del recomendable, un cutis de porcelana, sin la más mínima sospecha del paso del tiempo, una cabellera frondosa e impecable y una figura envidiable, y los hombres no. Es más, mientras nosotras, las mujeres del mundo, hacemos y compramos de todo para tratar de detener el tiempo, los hombres que peinan canas se hacen más interesantes, y hasta más churros. Y eso lo decimos nosotras, las víctimas de la era de la inmediatez y la imagen. Desde que tengo uso de razón he luchado contra mi panza. He crecido odiándola, y detestando cada lunar de mi cuerpo, hasta que un día escuché que eso, junto con la bullanguería y el gusto por la buena comida, es parte de la herencia italiana, y me reconcilié con ellos. Sin embargo, he hecho de todo para olvidarme de la barriga y todo fue inútil, dietas imposibles, abdominales