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Mostrando entradas de marzo, 2017

Mequetrefe

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La RAE define mequetrefe como persona entrometida, bulliciosa y de poco provecho. Ya que mequetrefe es una palabra que me gusta y que de un tiempo a esta parte suelo utilizar, evaluemos si la aprovecho bien o no. Cada vez me convenzo más que los requisitos para ser serenazgo son ser bruto y creerse el bacancito de la cuadra. Hace 15 años, cuando hice mi aparatoso ingreso al mundo laboral comprobé que hay serenos respetuosos, inteligentes, muy amables, pero esos poquitos han ido disminuyendo hasta llegar a cero.  Por eso reniego cada vez que me cruzo con alguno de ellos en mis incursiones al Centro de Lima, porque su trabajo no solo es cuestionable, porque no entienden que poner orden en las calles no se limita a meter miedo con su camioncito ridículo, porque nadie los ve como autoridad, por lo tanto no los respetan ni en su casa. Los serenos hoy por hoy, son sujetos que mucha bulla y nada de nada, son individuos de poco provecho, por lo tanto los serenos son unos mequetrefes

Si tú me miras

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Si tú me miras me vuelvo hermosa, decía un poema vanguardista que alguna vez leí. Si tengo que adaptar ese poema a mi vida, sería si tú me miras me pongo roja, y es que a pesar de los años, hay algunas cosas que sacan a la quinceañera que llevo dentro, por ejemplo las baladas de adolescente desmelenada y enamoradiza y esas miradas que logran hacerme sonrojar. Era chica, muy chica, y el Eterno me alborotaba el corazón como nadie nunca lo había hecho antes. Al verlo se me revolvía el estómago, me ponía nerviosa, ansiosa, me alteraba, y la situación empeoraba si él me miraba, sumando a todo lo anteriormente mencionado el notorio sonrojo de mi cara. A pesar de ello me gustaba que me mirara a los ojos y que me dijera de todo sin decirlo, aunque esto suena a frase trillada. Me gustaba casi tanto como que me tomara la mano a escondidas, y casi, casi como sus besos, los que experimenté por primera vez mucho tiempo después de esas primeras miradas directas, francas, inocentes, que siem

Igualdad

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Una vez más, el calendario nos pone cerquita al 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer. Este año la fecha nos debería llevar a reflexionar, una vez más, lo que se conmemora, lo que se hizo, lo que nos falta por hacer, lo que debemos evitar. En este momento en que un montón de intolerantes disfrazados de decentes y fanáticos religiosos nos quieren desinformar y modelar nuestra mentes a su antojo y manera, debemos convencernos que en este país, como en más de la mitad del mundo la igualdad de género es una utopía y si queremos que esto cambie, debemos empezar en las escuelas. Contrariamente a lo que cualquier persona despistada podría pensar, y como ya lo he dicho innumerables veces, el Día Internacional de la Mujer no celebra el hecho de tener un xx en nuestro ADN. Tampoco festeja el hecho de que podemos parir, o que sangramos un mínimo de tres días por mes, o que hacemos pila sentadas. No, el 8 de marzo recordamos la lucha de un grupo de mujeres obreras que exigían tener lo