Voy a quererte con razón
Cuando tenía unos 22 años, cansada de tanto patán inestable, me planté y dije, el amor, mientras más racional, mejor. Si siguen esta bitácora desde sus inicios, ya saben lo que pasó, entré a una no relación demasiado espontánea para mis gustos, con una persona más espontánea todavía, en la que hubo mucho de locura y nada de seso. Muchos años después, vuelvo a lo mismo y busco argumentos para afirmar que el amor debe ser racional. ¿Por qué querer con razón? Porque el corazón es loco, aventado, impetuoso y cuando alguien lo acelera, lo revolotea, lo inquieta, se agita sin pensar, sin pedir permiso, sin medida. Y eso es bonito, por supuesto que si. Lo que no es bonito es cuando este embobamiento no es recíproco, o es insano, y ese corazón que empezó a latir fuerte es abollado, maltratado, hecho puré. Si nos hubiésemos detenido un segundo para conocer un poco más a esa persona, para reconocer que nadie es tan perfecto, para hacerle caso a nuestra intuición que nunca se equivoca, h