La máquina del domingo
Hace muchos, muchos, muchísimos años atrás, cuando este blog no estaba ni en proyecto, se me ocurrió escribir unas crónicas de conciertos, ya que iba a cada rato a ver a una y otra banda, literalmente. Todos los fines de semana. La idea duró lo que duró el cuadernito que sirvió de soporte, y la olvidé por completo, hasta que haces dos domingos, escuchando a El Diario de Hank y a TK en vivo, recordé esa sana costumbre de registrar cada sensación, cada sonrisa, cada emoción que me regalaba un nuevo concierto. Los domingos por la noche, me doy una ducha, me pongo el pijama, como algo (que trato que sea ligero, más no siempre lo logro) y me tumbo en la cama a ver algún noticiero o una película, hasta que el sueño me gana. Creo que es una rutina normal, porque qué flojera arreglarse y salir un domingo por la tarde - noche. Sin embargo, cuando TK anunció concierto y El Diario de Hank confirmó que abriría ese concierto, se me olvidó el protocolo dominguero, el pijama, el noticiero, la flojera